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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Esta, admirable artista, sobre el sencillo tema de disco ó umbrela que flota, cual tenue araña de cristal que relumbra á los rayos del sol, ha formado una creación infinita de lindas variantes, un diluvio de pequeñas maravillas.
El Gólgota, tal como se le pinta á las tres de la tarde de aquel tremendo y glorioso día en que murió Jesús; el Juicio Final, profetizado por el Apocalipsis; el Diluvio, Pompeya, los terremotos americanos.....; yo no sé cuántas y cuán extrañas cosas pasaron por mi imaginación. Entretanto....., ¡qué maravillosa, qué sublime apariencia la de los cielos!
Una muchacha muy vivaracha me preguntó si había cenado; le dije que sí, me llevó a un cuarto, y vino poco después, con un gran calentador, a templar la cama. Caía un verdadero diluvio. Le voy a pagar a usted le dije a la muchacha , porque voy a salir de casa muy temprano. Como usted quiera. ¿Estará la puerta abierta desde por la mañana? Sí. Siempre suele estar abierta.
Y a la manera del salto audaz desde la roca al llano con que muestra su esfuerzo la pantera, salta el río también al oceano con terco empuje; mientras en cada gota de agua ruje la génesis de ignotas tempestades, la mar y el río, en colosal connubio, fecundan en las vastas soledades la nube anunciadora del diluvio.
Y cuando, después de larga emigración, la montaña columbrada á lo lejos no era engañador espejismo, sino verdadera cumbre con nieves y rocas, ¿quién habría podido dudar del viaje hecho por el dios para acompañar á su pueblo? Así es como la montaña, cuya punta acogió á los refugiados del diluvio, no ha cesado de andar por los continentes.
«¡Pues no faltaba más que la echaras de buche! dijo Medio pollito con socarronería . No parece sino que te has sacado un terno a la lotería, o que cuentas de seguro con las aguas del diluvio.» Un poco más lejos encontró al viento, que estaba tendido y casi exánime en el suelo: «Querido Medio pollito le dijo , en este mundo todos tenemos necesidad unos de otros.
Desde dos o tres casas dejaron caer sobre ella un diluvio de flores, cuyos pétalos multicolores esmaltaron un instante la tela blanca del vestido: algunos quedaron enredados en el cabello. La gente aplaudía. ¡Mujer, la vocación de esta niña edifica! ¡Ay, dichosa de ella!..., ¡quién estuviese en su lugar!
Ello quedaría entre usted y yo... ¡Cómo consentir que usted... con tanto valer, tanto mérito, con una figura como hay pocas, deje de lucir...!». Y siguió tal diluvio de elogios, que Rosalía se abanicaba más para atenuar el vivísimo calor que a su epidermis salía. Su bonita nariz de facetas se hinchaba, se hinchaba hasta reventar... «Voy a darle el refresco... son las siete» dijo de súbito.
Pensó en su amigo Atilio, en el coronel, en Villa-Sirena, blanca é irisada por el sol del Mediterráneo, entre olivos y cipreses. El diluvio cae sobre el mundo. Tal vez las antiguas tierras vuelvan á emerger; tal vez queden sumergidas para siempre... Vamos á esperar, refugiados en nuestra Arca.
Si bajaba agua de allá, la inundación sería cosa seria. Y los curiosos hacían esfuerzos al anochecer por adivinar el color de las aguas, temiendo verlas negruzcas, señal cierta de que venían de la otra provincia. Cerca de dos días duraba aquel diluvio. Cerró la noche y en la obscuridad sonaba lúgubre el mugido del río.
Palabra del Dia
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