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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Cuando salía de la escena, venía presurosa a sentarse al lado de su novio, que se dignaba acogerla a veces con una sonrisa soberana, otras con indiferencia olímpica. Yo estaba escandalizado. Una vez me acerqué por detrás y escuché lo que hablaban. Clotilde llevaba la palabra sosteniendo con calor que el Subir bajando o el Bajar subiendo de Inocencio era mejor que Un drama nuevo.
Entraba con él en los cafés y hasta le llevaba a los bailes. Manín llegó a ser en poco tiempo una institución. D. Pedro, que apenas se dignaba hablar con las personas más acaudaladas de Lancia, sostenía plática tirada con él y admitía que le contradijese en la forma ruda y grosera de que era capaz únicamente.
Para él ya no existía el oficial; sólo quedaba el pobre vagabundo de años antes yendo de un hemisferio á otro en busca del sustento. «Joven...», repitió con un tono que resucitaba todas las castas y las gradaciones sociales de los siglos muertos, para que el interpelado se diese cuenta de la enorme separación entre su persona y la del hombre que se dignaba darle consejos.
Por supuesto, él no se dignaba sentarse a la mesa: abajo, en la portería, recibía su buena ración y se iba tan contento. Y hoy, ¿dónde has almorzado? preguntó Susana con timidez. ¡Ah! ¡Nanita, qué picarona! ¿De modo que las santas se permiten también ser maliciosas? Pues hoy almorcé... allá. ¿Dónde... allá? Pues, en casa de la tía Silda. ¡Ah! hizo Susana. ¡Qué enferma había estado la tía Silda!
Mostrando por esta prodigalidad cierta extrañeza un boticario de la población con quien alguna vez se dignaba hablar, le respondió con fría arrogancia: Pago una botella, porque me parece indecoroso que D. Pedro Quiñones de León pida una copa como cualquier c...tintas de las oficinas del gobierno político.
Sólo en el fallecimiento de los niños no tenían las lloronas misión que desempeñar. ¡Ya se ve! ¡Angelitos al cielo! Pero entre todas las plañidoras había una que era la categoría, el non plus ultra del género, y que sólo se dignaba asistir a entierro de virrey, de obispos o personajes muy encumbrados. Distinguíase con el título de la llorona del Viernes Santo.
Igual operación se repetía al llegar el médico o las contadas visitas que se dignaba recibir. Había que mantenerse hasta el último momento sobre las armas, o sea como le habían visto toda la vida. Una tarde, llamó con voz débil a su nieto, que leía junto a una ventana un libro de viajes. Podía retirarse: necesitaba estar solo.
Estrechó la mano de la señora Liénard y declaróse profundamente agradecido por la confianza que se dignaba mostrarle. Le agradezco añadió Delaberge que me trate como amigo; aunque es de reciente fecha nuestro conocimiento, le puedo asegurar, señora, que habré de serle enteramente leal. Siento por usted la más tierna estimación y el ardiente deseo de serle útil.
Don Robustiano sonreía; movía la cabeza con gesto de compasión y se dignaba explicar aquello. «Don Santos, aunque se pasmasen aquellos señores, a pesar de morir envenenado por el alcohol, necesitaba más alcohol para tirar algunos meses más. Sin el aguardiente, que le mataba, se moriría más pronto». Pero don Robustiano, ¿cómo puede ser eso? Señor Foja, ahí verá usted. ¿Conoce usted a Todd?
Pablito caminaba serio, atento también a regir el brioso cuadrúpedo. De vez en cuando, no obstante, se dignaba sonreir ligerísimamente. Y este esbozo de sonrisa animaba tanto a las muchachas, que arremetían con más brío y gracia contra su compañero fidelísimo, el invicto Piscis. A la media legua próximamente, había un gran prado llano y hermoso que la carretera partía por el medio.
Palabra del Dia
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