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Actualizado: 27 de julio de 2025


No adivinaba la razón que su padre habría tenido para desprenderse de ella. La lluvia seguía redoblando sordamente sobre los pomares y la parra. Allá en el establo, detrás de ellos, se oían de vez en cuando los mugidos del ganado. Sin embargo, una débil claridad comenzaba á esparcirse por el Oriente. Era necesario pensar en marcharse.

Sabía la facilidad que tenía para desprenderse de las cosas y la impaciencia enfermiza que le llevaba, por el contrario, a precipitarse hacia las novedades. Entre las dos hipótesis de una ruptura o de una inconstancia, me inclinaba a aceptar la segunda. Estaba en racha de indulgencia: la visita a casa de Agustín me había puesto en temple de mansedumbre.

Al bajar de los caballos sintieron, sin embargo, sensaciones no experimentadas y reveladoras por lo mismo de anormalidades, cuyas consecuencias no podían calcular: punzadas agudas en las plantas de los pies; temblor en las piernas; ardor en los ojos y resistencia en la ropa interior a desprenderse de algunas partes.

Si bien doña Inés sentía y confesaba que iba a hacer un inmenso sacrificio al desprenderse de Juanita, única mujer que la comprendía en el mundo y que podía ser su compañera, en manera alguna quería prescindir de este sacrificio, que le daría honra entre los mortales y que Dios lo tendría en cuenta para pagárselo en el cielo.

La fortuna nos ayuda siempre a los audaces replicó el pintor recogiendo la intención que parecía desprenderse de las palabras de Elena. Y echando una mirada en torno: ¡Pero ésta es una escena de la antigüedad griega! Penélope sale de su palacio, recorre sus dominios en la rocosa Itaca, encuentra a Eumeo y sus zagales celosos guardadores de sus manadas de puercos, y departe con ellos.

Me gusta verte así. ¿Hay nada más hermoso que la muerte? ¡Morir, acabar de penar, desprenderse de todas estas miserias, de tantos dolores y de toda la inmundicia terrenal! ¿Hay nada que pueda compararse a este bien supremo?... ¿Concibe el alma nada más sublime? ¿Y después? dijo Fortunata, que aun sabiendo con quién hablaba, oía con mucho gusto aquella manera de considerar la muerte.

Y aún tembló más al verle de cerca... Era René. Sus manos oprimieron con cierta extrañeza unas manos fuertes, nervudas. Vió el rostro de su hijo con los rasgos más acentuados, obscurecido por la pátina que de la existencia campestre. Un aire de resolución, de confianza en las propias fuerzas, parecía desprenderse de su persona. Seis meses de vida intensa le habían transformado.

De tal modo se adaptaba á Perlita su vestido, que éste parecía la emanación ó el desarrollo inevitable y la manifestación externa de su carácter, tan imposible de separarse de ella, como al ala de una mariposa desprenderse de su brillantez abigarrada, ó á los pétalos de una espléndida flor despojarse de su radiante colorido.

Se iba notando en la casa la presencia de una mujer hermosa y elegante. Una noche, mientras la cocinera traía el primer guiso, Elena se despojó de una salida de teatro, que por ser algo vieja prestaba servicios de bata. Al desprenderse de esta envoltura apareció descotada, con un traje de fiesta un poco ajado, pero todavía brillante, recuerdo de sus tiempos felices.

Y al encontrarle de nuevo en Munich bajo el mismo techo, había sentido que la suerte estaba echada y era inútil luchar por desprenderse de esta atracción. Febrer se examinó con irónica curiosidad en el espejo de su cuarto. ¡Lo que una mujer es capaz de descubrir!

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