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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Bueno... habla, mas sea lo que sea aquello que vas a decirme, no alteraré en un punto mi resolución... Entonces, te encuentras decidida a causar la desdicha de un dignísimo caballero... Me refiero al marqués de Pierrepont, quien denodadamente pide tu mano. Beatriz clavó en los ojos de su amiga una mirada fija, extraña, sombría, mezcla de sorpresa y desvarío. ¡Dios mío! balbució en sorda voz.
Escribí á mi esposa desesperado una carta, y respondió al portador: Sí, ya, ya sé quien me escribe, ya me han hablado de él; dicen que hace requesones excelentes: que me trayga, y que se los paguen. Quise acudir á la justicia en mi desdicha.
5 La hermosura y la desdicha, de D. Francisco de Rojas. 6 A lo que obliga el desdén, de D. Francisco de Rojas. 7 Celos son bien y ventura, del Dr. Felipe Godínez. 8 La confusión de Hungría, del Dr. Mira de Mescua. 9 El sitio de Olivenza, de un ingenio de esta corte. 10 Empezar á ser amigos, de D. Agustín Moreto. 11 El Doctor Carlino, de D. Antonio de Solís.
Quejabáseme el mal ciego, porque al tiento luego conocía y sentía que no era blanca entera, y decía: "¿Qué diablo es esto, que, después que conmigo estás, no me dan sino medias blancas, y de antes una blanca y un maravedí hartas veces me pagaban? En ti debe estar esta desdicha."
«Con las manos en la masa está Domingo Tiznado, haciendo tumbas a moscas en los pasteles de a cuatro.» Lope de Vega, en el acto II de El Caballero del Sacramento, explica bien el sentido del refrán: «DORISTA. Leerla quiero, por ver en mi desdicha un proverbio.
Por mi desdicha; quisiera ignorarlo todo. Me dais miedo. ¡Ah! ¡por fin! Mientras una mujer injuria ó llora ó se desespera, aún hay esperanzas de dominarla; pero cuando, como vos, acaba por hablar á sangre fría, y casi ríe... Entonces está resuelta... decís bien: y mi resolución es invariable. Pues bien, doña Catalina, os juro que os salvaré de vuestra propia locura, antes de algunas horas.
En esta situación desconsoladora, testigos diarios de los tormentos ó suplicios de sus compañeros, y esperando á cada momento igual suerte, se esforzaban los míseros cautivos, casi todos españoles, en olvidar su desdicha, recordando sin cesar su amada patria, y bailando y divirtiéndose como si estuvieran en ella.
"Señor, de mí, dije yo, ninguna pena tenga vuestra merced, que sé pasar una noche y aun más, si es menester, sin comer." "Vivirás más y más sano", me respondió. "Porque, como decíamos hoy, no hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco." "Si por esa vía es, dije entre mí, nunca yo moriré, que siempre he guardado esa regla por fuerza y aun espero en mi desdicha tenella toda mi vida."
El desprecio que tenía 1225 De cuantas cosas miraba, Las galas que desechaba, Los papeles que rompía; El no haber de quien pensase Que mi mano mereciese, 1230 Por servicios que me hiciese, Por años que me obligase; Toda aquella bizarría Que como sueño pasó, Á tanta humildad llegó, 1235 Que por mí decir podría: Aprended, flores, de mí Lo que va de ayer á hoy; Que ayer maravilla fuí, Y hoy sombra mía aun no soy. 1240 Flores, que á la blanca aurora Con tal belleza salís, Que soberbias competís Con el mismo sol que os dora, Toda la vida es un hora: 1245 Como vosotras me ví, Tan arrogante salí; Sucedió la noche al día: Mirad la desdicha mía, Aprended, flores, de mí. 1250 Maravilla solía ser De toda la Andalucía; Ó maravilla ó María, Ya no soy la que era ayer.
Esta comedia, que, como La desdicha de la voz, de Calderón, describe el poder del canto en el alma humana, aunque en belleza no pueda rivalizar con Doña Diana, nos ofrece, sin embargo, como un reflejo de su primitivo encanto romántico. Matos Fragoso. Cristóbal de Monroy. Juan Bautista Diamante.
Palabra del Dia
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