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Actualizado: 22 de junio de 2025
¡Bienvenido, primo mío! exclamó acercándose y dándome una palmada en el hombro, sin cesar de reírse. Muy disculpable es mi sorpresa, porque no todos los días ve un hombre su propia imagen contemplándole frente a frente. ¿Verdad, señores? Espero no haber incurrido en el desagrado de Vuestra Majestad... comencé a decir. ¡No, a fe mía!
¡Jesús, que café, capitán! dijo Bertita, haciendo un gracioso mohín de desagrado al saborear el negro líquido que humeaba en la taza: nunca podré acostumbrarme á estos brebajes recordando el Moka que se tomaba en casa del Ministro, el primo de este. Pues no digo á ustedes nada, del que se servía en la embajada de Rusia, ni el que se daba en las soirées de la Baronesa: ¡Jesús, Jesús, qué país!
Pronto volvió al suyo dicho señor, escribió un libro sobre España, le imprimió en Chicago, exornándole con bor nitas estampas, y tuvo la bondad de enviarme un ejemplar, que recibí hace pocos días. Confieso que el título del libro me desagradó bastante. Ya en el título hay una ofensa.
Pero se repuso inmediatamente de esta impresión de desagrado. All right! Usted me enseñará el español y yo le perfeccionaré en el inglés. Se adivina que lo aprendió en Londres. Los americanos lo hablamos mejor; eso lo sabe todo el mundo.
Reaparecía la desconfianza; ensañábase la animadversión en el torero. Todos parecían haber olvidado el entusiasmo de poco antes. Gallardo recogió la espada, y con la cabeza baja, sin ánimos para protestar del desagrado de una muchedumbre tolerante para otros e inflexible con él, marchó otra vez hacia el toro. En su confusión, creyó ver que un torero se ponía a su lado. Debía ser el Nacional.
El señor D'Orsel nos trataba a todos como a niños, incluyendo a su hija mayor, a la cual rejuvenecía por un cálculo de ternura complaciéndose en aplicarle nombres que recordaban el convento. La entrada del señor De Nièvres fue más fría y la vista de aquel cuatuor íntimo pareció causarle un efecto muy opuesto. No sé si fue realidad o aprensión, pero me pareció hallarle fatuo, seco, hiriente. Su conversación me desagradó. Con la corbata un poco alta, su vestido irreprochable, con un aire especial de hombre en traje de etiqueta que acaba de ofrecer una fiesta y se siente dueño de su casa, se parecía poco al cazador amable y sencillo que había sido mi huésped en Trembles; pareciome también que Magdalena, con el deslumbrante broche que llevaba sobre el pecho, con la cabellera salpicada de diamantes, no se asemejaba a la modesta e intrépida andarina, que un mes antes nos seguía recibiendo la lluvia y caminando con los pies metidos en el mar. ¿Se trataba de una simple diferencia de indumento o era aquello más bien un verdadero cambio de las almas?
En cambio doña Paula se indignó grandemente, aunque sólo expresaba su desagrado a espaldas de Ventura. Cecilia se mostró tan solícita, tan vigilante en el cuidado de la criatura, que en poco tiempo se apoderó por completo de ella. Ella resistía dos y tres en vela sin alteración alguna. Y en efecto, en cuanto la chiquilla lloraba, era la primera que saltaba del lecho para entregársela a la nodriza.
Hoy ha tenido la complacencia de presentarme a ella. Y en pocas palabras le puse al corriente de lo que me convenía hacerle conocer de la vida doméstica de Agustín. ¿De modo que has visto cosas que te han edificado? Aquella resistencia a dejarse impresionar por un tal ejemplo de valerosa probidad me desagradó y nada le contesté.
»Entonces, tío, me siento atraído, voy a precipitarme hacia ella; pero me contengo a tiempo al pensar en quién es ella y quién soy yo. »Veo que sus manos tiemblan. »No tienes por qué enojarte, Olga le digo balbuciendo, no he querido causarte un desagrado. Si estoy aquí es por casualidad; en lo sucesivo tomaré mis medidas para que no vuelvas a encontrarme.
Avistados los ingleses, Churruca vio con el mayor desagrado las primeras maniobras dispuestas por Villeneuve, y cuando éste hizo señales de que la escuadra virase en redondo, lo cual, como todos saben, desconcertó el orden de batalla, manifestó a su segundo que ya consideraba perdida la acción con tan torpe estrategia.
Palabra del Dia
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