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Actualizado: 22 de junio de 2025
Fue bien recibida la instancia, y hasta bien hablada la respuesta; súpolo el tío de Ramona, gustole el intento de su pretendiente, y aun le hizo saber que su sobrina contaba con una buena dote que le daría él, lo cual no desagradó a Santiago, hasta por lo mismo que lo ignoraba; y con la sola condición de que éste, y «por el bien parecer», cambiara de domicilio hasta que el casamiento se efectuara, quedó arreglado y convenido para muy luego.
Vio iniciarse un gesto de desagrado en la cara de su amigo por la imprudencia de tales palabras, y se apresuró a cambiar de conversación, fijándose en «el hombre lúgubre», que estaba a pocos pasos de ellos contemplando la ciudad. Mírelo... tan tranquilo, como quien no teme nada. Pero toda su calma debe ser pura comedia; por dentro quisiera yo verle.
Le toqué en el hombro, y él, al volverse, me miró impasible, sin mostrar ni alegría ni desagrado. Lord Gray le dije ha tiempo que estoy esperando la última lección de esgrima. Hoy no tengo humor para lecciones. La necesitaré pronto. ¿Va usted a batirse? ¡Qué felicidad! ¡Hoy tengo yo un humor!... Deseo atravesar a cualquiera. Yo también, lord Gray.
Pero lo que es mirarla, no hay más remedio que confesarlo, la miraba con profunda y escrupulosa atención. Y ¡quién sabe! si no hubiera sido por aquella malhadada mueca de desagrado que hizo la chica el primer día, no hubiera sido imposible que nuestro héroe procurase ponerse al habla con ella.
Los actos no pueden ser agradables ó desagradables á Dios, sino en cuanto son conformes á la ley eterna; luego el juzgar de la bondad ó malicia de los actos por su relacion al agrado ó desagrado de Dios, es juzgarlos por su conformidad á la ley eterna.
Hizo ésta un gesto de desagrado, y continuó su marido: Es el caso, señor cura, que quisiéramos trasladarnos a la villa con la tienda y algo más que pudiéramos añadirla. Si ese es vuestro gusto dijo el cura, ¿quién os lo ha de impedir? No se trata de eso, sino del temor que yo tengo de que cambiemos, como el topo, y usted perdone la comparanza, los ojos por el rabo.
No harán, pues, un gesto de desagrado nuestras elegantes lectoras cuando nos vean explicar la significación de nuestro título: esta explicación no es ciertamente para ellas; pero nosotros no tenemos la culpa si su extraordinaria delicadeza y si su civilización llevada al extremo, que forma de ellas un pueblo aparte, y pueblo escogido, nos pone en el caso de empezar por traducir hasta las palabras de su elegante vocabulario, cuando queremos dar cuenta al público entero de los usos de su impagable sociedad.
¡Ah, Dios mío! exclamó . ¡Usted... es posible! Sí, lo sabemos todo, su madre y yo dijo Juana sofocada , y he venido, he querido venir... aquí estoy. ¡Mi madre también!... murmuró Jacobo . ¡Ah, qué contrariedad!... ¡Qué desagrado! Pero, ¡pobre amiga mía! ¿qué viene a hacer aquí? Se pierde. Lo sé contestó dolorosamente dejándose caer en una silla , pero he querido verle una vez más. Y sollozaba.
El celoso marido estaba en la cuadra, donde generalmente se retiraba después de cenar. Quizá lo hacía para demostrar su desagrado a los compañeros de su esposa; tal vez a semejanza de tantas débiles naturalezas, encontraba un placer en el ejercicio del poder absoluto sobre animales inferiores.
Y pasó gran parte de la corrida junto a la barrera, mirando desdeñosamente lo que hacían los compañeros, acusándolos en su pensamiento de haber preparado contra él las muestras de desagrado. Igualmente prorrumpía en maldiciones contra el toro y el pastor que lo crió. ¡Tan bien preparado que venía para hacer grandes cosas, y tropezarse con aquella bestia que no le había permitido lucirse!
Palabra del Dia
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