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Actualizado: 22 de octubre de 2025
Vio a Wotan, el dios majestuoso y débil, forzado a castigar con momentánea cólera a la hija desobediente. «Padre implora sollozando la walkyria , ya que me has excluido de la raza de los dioses y como débil mujer he de dormir sobre esa roca hasta que el primero que pase se apodere de mi virginidad, ¡que no sea yo la esposa de un débil mortal, de un cobarde!... Evítame esa afrenta... Si en los brazos de un hombre he de caer esclava, haz que la llama surja en torno de mí al eco de tu palabra; rodéame de un baluarte de fuego, para que sólo un héroe de corazón firme y fuerte, valiente como un dios, pueda despertarme y hacerme suya.»
¡Atrás todos! gritó con voz de trueno el señor Tomás a los convidados que lo rodeaban. ¡Carlos, ven aquí! Yo te lo mando, yo... yo... yo... yo te ruego... me digas quién es este hombre. Ahora mismo. Dos personas, tan sólo, oyeron la contestación que salió, débil y quebrantada, de los labios de Carlos Tomás: ES SU HIJO.
La persona que había llamado, estremecida sin duda por aquella voz, tardó un instante en contestar. Soy yo, Gonzalo dijo al cabo con voz débil. ¡Ah! dispensa, Cecilia. Entra replicó el joven dulcificándose de pronto. Su cuñada abrió la puerta, entró, y la cerró después con cuidado. Venía a saber cómo estabas, y al mismo tiempo a decirte que si quieres la limonada ya la tienes hecha.
Era siempre el último, a fin de dar a un apetito bastante débil mayores probabilidades, antes de ponerlo a prueba. Hacía casi dos horas que la mesa estaba guarnecida con platos suculentos esperando su llegada. El squire Cass era un sexagenario alto y corpulento. Sus cejas crespas y la mirada bastante dura de sus ojos parecían no estar en armonía con su boca caída y su energía.
En una de las calles céntricas se puso al fin a cantar el primer pedazo de ópera que acudió a sus labios: la voz salía débil y enronquecida de la garganta; nadie se acercaba a él ni siquiera por curiosidad. «Vamos a otra parte,» se dijo, y bajó por la Carrera de San Jerónimo, caminando torpemente sobre la nieve, cubierto ya de un blanco cendal y con los pies chapoteando agua.
¡Un vapor, un vapor! gritó azorado un muchacho, señalando, detrás de un recodo del río, una débil columna de humo que se dibujaba en el azul transparente del cielo.
Este período, el más brillante del drama español, comprende desde la conclusión del siglo XVI hasta fines del XVII. No es fácil fijar con exactitud el año en que comienza y acaba. ¿Quién podrá indicar el momento, en que las fuerzas del hombre alcanzan su perfecta madurez y deja de ser adolescente, ó aquel otro, en que, débil, llega á la vejez?
Los atrevidos cantos de la guerra Resuenen en la losa del soldado, Y de flores cubramos esa tierra Donde cayó sin vida, ensangrentado, Y de la patria el estandarte santo Sea de paz y proteccion su manto. No débil llanto su cabeza inunde!
Sólo estando muy cerca de ella, como estaba el sobrino de Coletilla en aquel momento, era posible oír aquellas palabras. ¡Soy muy desgraciada! repitió con un rumor débil, sordo, apagado, como esos murmullos de rezo que turban en las horas de tranquilidad el profundo silencio de las catedrales.
El carnicero, hombre alegre, sonriente, de cabellos rojos, no era capaz de responder inconsiderablemente. Lanzó algunas bocanadas antes de escupir y dijo: No se engañarían en mucho, Juan. Después de esta débil e ilusoria tentativa de romper el hielo, el silencio volvió a ser tan riguroso como antes.
Palabra del Dia
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