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Actualizado: 13 de junio de 2025
A las ocho se sacó a Celestina de la «casa mortuoria» y el cuerpo, metido ya en su caja de pino, lisa y estrecha, fue depositado sobre el mostrador de la tienda vacía, a las diez. No volvió a parecer por allí ningún sacerdote ni beata alguna. Mejor decía don Pompeyo, que se multiplicaba. Para nada queremos cuervos exclamaba Foja, que se multiplicaba también.
El sol blanquea las quebradas de las montañas y hácelas resaltar en aristas luminosas; el cielo es diáfano; los pinos cantan con un manso rumor sonoro; los lentiscos refulgen en sus diminutas hojas charoladas; las abejas zumban; dos cuervos cruzan aleteando blandamente.
Pasaban también el purpúreo relámpago del salmonete, la majestad brillante de la dorada, el vientre azulado de los pajeles, el lomo rallado del sargo, la boca en forma de trompeta de la brema de mar, la risa inmóvil del llamado festivo, el remate dorsal del pavón, que parecía hecho de plumas, la cola inquieta y hondamente bifurcada de la caballa, el estiramiento del mújol entre sus triples aletas, las redondeces grotescas del peje-jabalí y del peje-cerdo, la platitud obscura de la pastinaca flotando como un harapo, el largo hocico del peje-becacina, la esbeltez del róbalo, ágil y recogido como un torpedo, el rubio, todo espina, el ángel de mar, con sus carnosas alas, el gobio, erizado de angulosidades natatorias, el escribano, rojo y blanco, con bandas negras semejantes al rubricado de las firmas, el esmarrido modesto, el pequeño peje-araña, el soberbio rodaballo, casi redondo, con la cola de abanico y un ribete natatorio en torno de su disco manchado á redondeles, y la corvina sombría, que tiene en su piel el negro azulado de los cuervos.
Por fin, después de aquella larguísima noche, comenzó a aclararse la bruma y se presentó la mañana, una mañana triste, de un color sucio, como envuelta en lluvia y en barro. Los cuervos pasaron por encima de nuestras cabezas lanzando gritos estridentes. Parecían lamentarse de no ver nuestros cadáveres sobre el cieno inmundo de los pantanos. Allen vio de pronto el bote en una punta próxima.
La muchacha, sobrecogida, se replegó a un extremo del gabinete, y doña Rebeca, que acudió a saltitos menudos, se llevó las manos a la cabeza y empezó a lamentarse con agudas exclamaciones, engarzadas en su sarta habitual de refranes y agravios. ¡Cría cuervos y te sacarán los ojos!... Esta ingrata se quiere quitar el luto de mi pobre hermano.
La mayoría de los evadidos habían quedado en ellos sin poder avanzar, sirviendo de pasto a los cuervos y a las aves de rapiña que se cebaban en los cadáveres putrefactos. En aquellos pantanos negros y siniestros que de noche exhalaban fuegos fatuos habían desaparecido muchos de los escapados de los barcos prisiones.
El primer catedrático le devolvió el saludo friamente y guiñando á Basilio, le dijo en voz alta: Ya sé que Cpn. Tiago huele á cadáver; los cuervos y los buitres le han visitado. Y entró en la sala de los profesores. Algo más tranquilo, Basilio se aventuró á averiguar más promenores.
Mientras Frígilis hablaba de la conveniencia de abandonar el cultivo del maíz y de cultivar los prados con intensidad, don Víctor, apoyada la cabeza sobre la tabla dura del coche de tercera miraba al cielo pardo y veía desaparecer entre la niebla una falange de cuervos por aquel desierto de aire. Ya parecían polvos de imprenta, después aprensión de la vista, después nada.
Izquierdo dio un suspiro y puso al chico en el suelo. «Un endivido, que se pasó su santísima vida bregando porque los españoles sean libres...». Pero, hombre de Dios, ¿todavía les quiere usted más libres? No... es la que se dice... cría cuervos... Sepa usté que Bicerra, Castelar y otros mequetrefes, todo lo que son me lo deben a mí. Cosa más particular.
A la orilla de un arroyo Se vén veinte coraceros Dispersados en guerrilla Sobre caballos lijeros; Se ven al frente asomar Bajo los talas y seibos Que baña Santa Lucía Míl y quinientos guerreros; Y el denodado Campon Mandando los coraceros Con firmeza les repite: «Antes que rendirse... ¡fuégo!» Lanzando grito salvaje Viene la tropa de siervos, Como una nube de polvo O una bandada de cuervos.
Palabra del Dia
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