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Yo estoy bregando con Maxi para que invente, para que salga por ahí con su poco de panacea. Pero nos hemos vuelto todos muy morales y muy rigoristas. Vean por qué esta nación no adelanta, y los extranjeros nos explotan llevándose todo el dinero. Esta última frase llevó la conversación al primitivo terreno, del cual se había desviado un poco con aquello de la panacea.

Bregando con fondistas y cafeteros, consiguió combinar platos, vinos y helados del modo que le parecía más ortodoxo y elegante; pero quiso su desdicha que a última hora el entusiasmo político lo echase todo a perder, instigando a este bodegonero federal a enviar «la prueba» de sus vinos y a aquel hornero a remitir media docena de robustas empanadas, que cayeron en el banquete como barbarismos en selecto trozo de latinidad clásica.

Ocho semanas pasaron bregando con el mar y con la atmósfera. El viento se llevó un velamen completo. El buque, de madera, algo descoyuntado por esta lucha interminable, comenzó á hacer agua, y la tripulación tuvo que mover día y noche las bombas. Nadie llegaba á dormir varias horas seguidas. Todos estaban enfermos. La voz ruda y los juramentos del capitán apenas podían sostener la disciplina.

Izquierdo dio un suspiro y puso al chico en el suelo. «Un endivido, que se pasó su santísima vida bregando porque los españoles sean libres...». Pero, hombre de Dios, ¿todavía les quiere usted más libres? No... es la que se dice... cría cuervos... Sepa usté que Bicerra, Castelar y otros mequetrefes, todo lo que son me lo deben a . Cosa más particular.

El padre del Tuerto, tío Bolina llamado, porque siempre al andar se ladeó de la derecha, sigue, á pesar de sus años, bregando con la mar, como el tío Tremontorio; y no por afición á ella, como diría muy serio un poeta del riñón de Castilla ó de la Mancha, acostumbrado á mandar las maniobras y á conjurar tormentas des de un escenario, ó en el estanque del Retiro, sino porque viven de lo que pescan, y sólo pescan para vivir exponiendo la vida cien veces al año en el indómito mar de Cantabria, sobre una frágil lancha.

Decía su misa diaria, y casi siempre estaba encerrado en el caserón del marqués, que así le llamaban, donde andaba de continuo papeleando; esto es, bregando con libros y papeles, ora escribiendo, ora leyendo cosas que a nadie le importaban por allí.

Había en aquella ciudad, como hay en casi todas, un centro o círculo o casino para esparcimiento del espíritu de ciertas personas que pasaban la vida bregando por enderezar la varia suerte de los negocios de lucro; y había entre los socios muchos que, no gustando del juego, aunque lícito, ni de otras recreaciones toleradas en el establecimiento, formaban una camarilla sui generis, especie de senado moderador de la ebullición que reinaba constantemente en gabinetes y pasillos; el cual senado, auctoritate propria, se instalaba siempre en el salón principal.