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Actualizado: 13 de mayo de 2025
A la vida libre de un lobo prefieren la de un perro encadenado a su caseta, porque le tienen miedo al hambre. Son traidores a nuestra libertad. Ellos han arruinado mi castillo, en los agujeros de cuyos muros, en otro tiempo terribles para nuestros enemigos, hacen ahora sus nidos los cuervos.
Crespo, según él dijo, tomó un día por su cuenta a la joven para recomendarle al señor Quintanar. «Era el único novio digno de ella. Los cuarenta años y pico eran como los de los árboles que duran siglos, una juventud, la primera juventud. Más viejo es un perro de diez años que un cuervo de ciento, si es cierto que los cuervos duran siglos». Ana apreciaba en mucho los consejos de Frígilis.
Y como dijo el alegre padre Loriot, «era ya tiempo»; porque alrededor de mi cuerpo inmóvil revoloteaba un negro semicírculo de esos enormes cuervos de Tartaria, contemplándome con gula.
Pues bien, ella también quedará con los miembros rígidos, la cara azulada, la boca espumeante y los dientes apretados. ¡Oh! haréis unos hermosos prometidos, ¡y quiera Teus que yo os vea, en una noche de noviembre, sobre una roca negra que será vuestro lecho nupcial, con las olas del Océano por cortinajes, con el graznido de los cuervos por canto de bodas y el ojo ardiente de Teus por antorcha!
¿Y qué? respondía el gigante contrabandista con aire de buen humor a los que le felicitaban . No he hecho mas que cumplir con mi deber. ¿Podía dejar perecer a mis camaradas? Bien sé que la empresa no era fácil; esos miserables cosacos son más astutos que los carabineros; olfatean a una legua de distancia como los cuervos; pero ha sido inútil: a pesar de todo, les hemos despistado.
Pues bien; toma la rueca y trabaja noche y día, porque millares de jóvenes esforzados se acuestan en la nieve... Han combatido con ardor... Han cumplido con su deber, sí; pero no ha llegado la hora... ¡Ahora los cuervos se disputan sus despojos!
17 El ojo que escarnece a su padre, y menosprecia la enseñanza de la madre, los cuervos lo saquen del río, y lo devoren los hijos del águila. 21 Por tres cosas se alborota la tierra, y la cuarta no puede sufrir: 22 Por el siervo cuando reinare; y por el loco cuando se saciare de pan; 25 Las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida;
Cuando se aproxima observa los polvos, y por su espesor cuenta la fuerza: «son dos mil hombres» dice , «quinientos», «doscientos», y el jefe obra bajo este dato, que casi siempre es infalible. Si los cóndores y cuervos revolotean en un círculo del cielo, él sabrá decir si hay gente escondida, o es un campamento recién abandonado, o un simple animal muerto.
Cuando éstos hablaban se estremecía el suelo, temblaba el aire, y los pobladores de la arboleda, cuervos y liebres, mariposas y hormigas, huían despavoridos para ocultarse, como si el mundo fuese á perecer en ruidosa convulsión. Ahora, los monstruos bramadores permanecían callados. Se llegaba junto á ellos sin verlos.
La señora Chermidy, disfrazando su odio bajo una máscara de compasión, buscó ávidamente algunos síntomas de muerte entre las protestas de ternura, y no quedó más que medianamente satisfecha. El olor que exhalaba aquella correspondencia no era el que atrae los cuervos a los campos de batalla.
Palabra del Dia
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