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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Si hay bárbaros de bronce que ignoran la preciosa tarea del poeta que parte su alma en dos, dejadlos que devoren la paja de su prosa: no se hicieron para ellos los reinados de Dios. Yo seguiré regando mis dulces pasionarias, a tiempo que musite las místicas plegarias que son como incensarios de mi azul religión;

27 Les dirás así: Así dijo el Señor DIOS: Vivo yo, que los que están en aquellos asolamientos caerán a cuchillo, y al que está sobre la faz del campo entregaré a las bestias que lo devoren; y los que están en las fortalezas y en las cuevas, de pestilencia morirán. 29 Y sabrán que yo [soy] el SE

El australiano, que no debía ignorar el efecto de las armas de fuego, retrocedió precipitadamente, y, plantando con resolución el chuzo en la arena, dijo: Pronto nos volveremos a ver. Después, dando un gran salto, se alejó a toda prisa, desapareciendo detrás de las rocas que rodeaban la bahía. ¡Que te devoren los perros salvajes! le gritó Van-Horn. ¿Volverá? preguntó Cornelio.

¿Y no oirán los piratas los tiros? Sin duda, Horn; y subirán en seguida río arriba; pero no vamos a dejar que nos devoren los cocodrilos por miedo a los piratas. Apenas podamos movernos, o, mejor dicho, apenas pueda moverse la embarcación, nos refugiaremos en los bosques y allí estaremos seguros. ¡Atención! ¡Ahí están los cocodrilos!

Ni me da cuidado que despues sea mi cadaver pasto de las aves i los perros en el campo, ó que á vista tuya i con una complacencia cruel le despedacen las fieras y le devoren hasta que no queden sino los desnudos huesos, porque al fin me he de hallar salvo y sin lesion delante de Dios

Si a nosotros nos hacen trizas y si descendemos al fondo del mar a que los peces nos devoren, los señores Adorno y Salvago se afligirán o supondrán que se afligen, pero ya tienen echadas sus cuentas y hechos sus cálculos y sabrán poner alto precio a nuestro heroísmo, impetrando de Su Alteza Fidelísima honores, mercedes y privilegios muy provechosos.

17 El ojo que escarnece a su padre, y menosprecia la enseñanza de la madre, los cuervos lo saquen del río, y lo devoren los hijos del águila. 21 Por tres cosas se alborota la tierra, y la cuarta no puede sufrir: 22 Por el siervo cuando reinare; y por el loco cuando se saciare de pan; 25 Las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida;

La mirada de Robledo era ahora de conmiseración. ¡Pobre «bella Elena»! Había pasado por la vida como pasan sobre los mares australes los grandes albatros, orgullosos de su blancura y de la fuerza de sus alas, abatiéndose con una voracidad implacable sobre las presas que descubren á través de las olas, creyendo que todo cuanto existe ha sido creado únicamente para que ellos lo devoren.

Palabra del Dia

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