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Actualizado: 24 de junio de 2025


SANCHO. Magnánimo señor, a quien las frentes Humillan estos montes coronados De nieve, que bajando en puras fuentes, Besan tus pies en estos verdes prados: Por consejo de Nuño y sus parientes, En tu valor divino confiados, Te vine a hablar y te pedí licencia, Y honraste mi humildad con tu presencia.

El avisado lector, que no puede creer en duendes ni en demonios coronados, y que, como es de moda en estos tiempos de civilización, acaso no cree ni en Dios, habrá sospechado que es un ladrón el que se introduce por la claraboya de la iglesia. Piensa mal y acertarás. En efecto. Nuestro hombre con auxilio de una cuerda se descolgó al templo, y con paso resuelto se dirigió al altar mayor.

Con permiso de ustedes dijo el mozo colocando en la mesa tres vasos de leche amerengada coronados de canela, y un cestito de paja lleno de barquillos. Clara y Lola se pusieron a chupar su refresco, comprendiendo que no debían oír el diálogo de su madre y hermano.

El fue quien hizo descubrir al famoso caudillo Aben-Djahvar, por medio de espantosos tormentos, dos escondites de armas en Sierra Nevada. En el paso de Alfajarali recibió en medio de la frente el puntazo de un cuchillo corvo que un morisco, de aquellos que peleaban coronados de rosas en señal de martirio, le arrojó desde lejos.

Desde allá se escribía con don Rosendo, a quien obligó con más de un servicio en la lucha sin tregua que mantenía contra sus enemigos los del Camarote. Estos servicios fueron coronados, después de algún tiempo, por una gran cruz de Isabel la Católica. Al mismo tiempo que el diploma, le remitía el magnate una placa de brillantes, cuyo valor no bajaba de veinte mil reales.

La pobre emperatriz vivió hasta el siglo siguiente en la pobreza de un convento recién fundado, recordando las aventuras de su destino melancólico, viendo con la imaginación el palacio de mosaicos de oro junto al lago de Nicea, los jardines donde Vatacio había querido morir bajo una tienda de púrpura, las gigantescas murallas de Constantinopla, las bóvedas de Santa Sofía, con sus teorías hieráticas de santos y basileos coronados.

¡Condenado! exclamó Benina sin poder contener su enojo , ¿por qué no empezaste por ahí? Pues si el primer requesito es ser hombre... ¡a ver! Perdoñar ... Olvidar cosa migo. no tienes la cabeza buena. ¡Vaya una plancha! Pero ¡ay! la culpa es mía, por haberme creído las paparruchas que inventan en tu tierra maldecida, y en esa tu religión de los demonios coronados.

Todos sus estudios en la escuela fueron coronados por un éxito lisonjero; diplomas con orla de colores, libros, medallas de metal azogado, hasta una corona de laurel con cintas de seda que hizo llorar y moquear copiosamente a doña Martina, cuando de las manos del maestro la vio bajar solemnemente a la cabeza de su hijo.

Acabada la misa, algunos indios, coronados de plumas, con las piernas llenas de cascabeles y llevando en la mano un gran sable de madera, ejecutan delante de la iglesia una danza religiosa y guerrera muy monótona; terminada esta, se presentan mas de sesenta músicos, provistos de flautas de todos los tonos, desde las notas mas agudas hasta las mas bajas; y colocándose en dos filas, se ponen en marcha lentamente y al compaz de una música singular, acompañada de tamboras . Cada uno de los músicos hace producir á su instrumento una sola nota particular; y el conjunto de estos acordes enteramente salvages suele lisongear muchas veces al oído por su mucha armonía.

Crei ver a todos los heroes que ya han pasado y a todos los soberanos coronados que todavia gobiernan nuestras almas desde el fondo de sus sepulcros....

Palabra del Dia

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