United States or Indonesia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Inmediaciones de Zaragoza; a la izquierda vista de uno de los muros del palacio de la Aljafería, con una ventana cerrada con una fuerte reja. LEONOR y RUIZ RUIZ. Ya estamos en Zaragoza y es bien entrada la noche; nadie conoceros puede. LEONOR. Ruiz di, ¿No es ésta la torre de la Aljafería? RUIZ. . LEONOR. ¿Están aquí las prisiones? RUIZ. Ahí se suelen custodiar los que a su rey son traidores.

Ofrezco humildemente á vuestras aras; Que si es de todos el mejor tributo Un puro corazón humilde y tierno, Y el más precioso de las prendas caras, No las aromas raras Entre olores fenicios, Y licores sabeos Os rinden mis deseos Por menos olorosos sacrificios, Sino mi corazón, que Carlos era; Amábaos yo, Señor, luego que abristes Mis ojos á la luz de conoceros, Y regalóme el resplandor suave.

No os asustéis, yo estoy alerta. Será preciso prender á esos miserables. Dejémoslos obrar, no sea que prendiéndolos perdamos el hilo. Por lo mismo, y porque no puedan veros y conoceros, y alarmarse, os traigo á obscuras; por la misma razón, ya que estamos cerca de lo alto de las escaleras, callemos. Siguió á la advertencia del bufón un profundo silencio.

A mi no me hacía falta, absolutamente falta nada de lo que me habéis dado; me trataba muy bien antes de conoceros, y tan cierto es esto, que os he llamado para devolveros todo eso, y salir antes que vos de esta casa, si no quedamos en lo que hemos de quedar. ¡Qué decís!

No lo esperábamos hasta dentro de un mes, y estará aquí dentro de doce días; se embarca pasado mañana en New-York en el Labrador... Y nosotras iremos a esperarlo al Havre... Saldremos de aquí pasado mañana, llevando a los niños, a quienes sentará muy bien pasar unos diez días a orillas del mar... ¡Cuánto se alegrará mi cuñado al conoceros!... Al conoceros... pero, si ya os conoce, tanto le hablamos de vos en todas las cartas.

Responder quiso doña Guiomar, pero desfalleció la voz en su garganta; sus ojos se posaron, exhalando un dulce fuego, en el venturoso amante; suspiró luego tan hondamente como si el suspiro hubiera salido de lo recóndito de sus entrañas, y dijo: Pues que Miguel de Cervantes sois, y antes de conoceros yo había conocido en vuestros versos vuestra alma, y estimádola había por ellos, quiero contaros mi historia, y por ella veréis claramente cómo, habiendo sido casada y con buen marido, amor no conocí, ni conozco, como no sea amor esto que me tiene hablando con vos y a deshora en mi aposento; que para ampararos en el aprieto en que os veis, no era menester que yo os hiciese compañía; y amor debe ser este, porque habéis de saber que no sabía yo que hubiese cosa que vencer pudiese la fuerza de mi recato, y a él falto hablando con vos a solas, y a tal hora; y si esto no es amor, no lo que ello sea; amor es, ¿quién lo duda, cuando ocultarlo no puedo, y si os lo niego más os lo afirmo, y vencida y enamorada os lo confieso?

Yo debo conoceros, puesto que con tal cuidado fingís la voz. No, no me conocéis. Pero veamos, señora, lo que hemos de hacer; lo que importa es salvar vuestro honor. ¡Ah, Dios mío! ¿y cómo? Nadie sabe por mi parte que yo os he escrito; para que mi carta llegue á vuestras manos ha sido preciso que yo engañe á una de vuestras doncellas. ¡Esperanza! la habéis seducido, la habéis comprado...

Habéis creído mal... yo no podía casarme con vos; yo no podía daros esa suma de encantos, de nobleza, de dignidad que os ha dado vuestra esposa; yo era, yo soy una mujer perdida para el amor; lo he conocido al conoceros... al amaros he comprendido que no debía ser para vos lo que he sido para otros... quería ser más... quería ser... vuestra hermana... vuestra hermana del corazón... oíd... no vendréis á mi casa... no... eso se sabría... creerían que yo era vuestra querida... lo sabría vuestra esposa, porque conoce á muchas gentes, y entre esas gentes, que son como todas, las hay sin duda que se gozan en la desgracia ajena... esto es odioso, pero es verdad; por recatadamente que viniérais á verme, alguien os vería... ya lo creo... os sentirían mis criados... y mis criados... lo dirían, porque los criados lo dicen todo... no, no debéis, no podéis venir á mi casa, porque no podéis, no debéis herir el corazón de vuestra esposa.

¡Ah! ¿de lo que yo quiera? Yo quisiera conoceros. ¿Y para qué? Os repito que debéis ser muy hermosa. Mirad no os engañe vuestro deseo. Descubrid el rostro. Mostraros el rostro ahora sería comprometer acaso un secreto que no es mío. ¡Cómo! Si pudiérais dar señas de la mujer á quien vais acompañando... Soy noble y honrado. No os conozco. Y sin embargo, os habéis amparado de .

No habéis de decir, replicó la hermosa indiana, que poniéndoos en peligro el salir ahora de mi casa, de ella os echo; tanto más, cuando por venir, aunque sin licencia mía y aun sin yo conoceros, a darme música, en tal cuidado os habéis puesto; y hagamos aquí punto a la conversación, y entraos en ese aposento, que yo voy a ver si por acaso ha podido oíros alguno de mis criados, y cuando todos estén recogidos y el peligro que corréis haya pasado, podréis iros.