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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Cuando usted sabía que su amante iba a verla, y se quedaba con ella, no una sino muchas veces, ¿no sospechaba usted que los recuerdos del pasado, la seducción de esa mujer, casi nueva para él después de un largo abandono, lo habían de vencer una vez más... sí; usted tuvo esa intuición; su doloroso silencio me lo dice ahora; pero ha callado usted por el amor que le tiene, porque comprende que si la justicia hubiera sabido que Zakunine amaba aún a la Condesa, que estaba celoso, la verdad habría lucido pronto y con gran brillo.
Aunque fuese muy celoso, más por amor propio que por su amor a Juana, nunca se había ocupado de desconfiar de su amigo Monthélin, quien, sin embargo, tan cerca se había hallado de comprometer su honor, pero en cambio, con el tacto habitual de su cofradía, no dejó de abrir desmesuradamente los ojos, ante la intimidad irreprochable de su mujer con Jacobo de Lerne.
Bien sabe Dios que ya no estoy celoso. ¡Quiera El que no se cierren sus ojos, sino después de gozar de dilatada existencia, y no importa que todas sus miradas las dedique a su novio! »Desde este momento se afirma la mejoría. 9 de junio »Acentúase cada vez más la mejoría...¡Gracias, gracias, Dios mío! 10 de junio. »Su vida está ahora en manos de Amaury.
Además, el hombre que se había creído amado por la reina, don Juan Téllez Girón, el hombre por quien acaso la reina se interesaba, el que se había casado con doña Clara Soldevilla para cubrir acaso á Margarita de Austria; el recuerdo de aquel hombre, roía el alma del padre Aliaga. Porque el padre Aliaga, desesperado y loco, estaba celoso.
Viejas de mala catadura cruzaban de aquí para allá, llevando en la mano alguna sortija o joyel; se acercaban a éste o al otro corro de beldades enveladas, o entraban en una o en otra casa, dando una cita, entregando un billete, recibiendo una flor de amoroso significado, sin que el Argos más celoso pudiera advertir ni sorprender su misión misteriosa.
No era pura galantería ó gratitud lo que le impulsaba á ello. Había también su parte de vanidad, porque Mercedes tenía novio, y éste, que era un mancebo casi imberbe, no mal parecido, llamado Gabino, andaba celoso, desesperado, desde que viera que su novia coqueteaba con Velázquez.
La exaltación de su alma era todavía tan violenta, y para su soledad era un consuelo tan grande el pensar continuamente en ella, que quiso y pudo esperar. Celoso de sí mismo, casi temeroso de empequeñecer su propio sentimiento investigando sus pormenores, había vivido en una felicidad secreta cuyo origen casi olvidaba.
Que por mi culpa Braulio está celoso y se ha ido de casa y puede que no vuelva más. ¿Y de quién tiene celos? Tiene celos del Conde de Alhedín. ¡Vaya un desatino! dijo Inesita . Pues qué, ¿no ve claro que el Conde no tiene por ti mas que mera amistad?
Fuera que confiaba en mí entonces como en otras ocasiones de su vida, abandonándose a aquel destino suyo, de que yo había sido tantas veces celoso ejecutor; fuera que un vago presentimiento la inclinaba a aprobar mi conducta, lo cierto es que no hizo esfuerzo para resistir cuando entré con ella en la casa y la conduje arriba, despertando con el estruendo de mi llegada a todos los habitantes de la casa.
Cuando Isidora salió, ya anochecido, vio en la puerta al señor mirón. Hablaba con Miquis, y al pasar ella cuchichearon. Apresuró la joven el paso y se fue a su casa, donde Relimpio, celoso del buen desempeño de su cargo, se creyó en el deber de manifestarle seriamente el horroroso déficit que arrojaban los libros.
Palabra del Dia
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