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Actualizado: 1 de julio de 2025


Esta ciudad populosa, la más rica y animada de toda España, depósito de las riquezas de América, ofrecía ancho campo á un talento observador, así en el carácter como en las costumbres de sus habitantes, cual se nota en sus excelentes novelas de Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño.

Por mi parte, puedo deciros que siempre la creí una locura; mas desde anoche comienzo á comprender la pasión del escultor griego. Dadas las especiales condiciones de tu nueva dama, creo que no tendrás inconveniente en presentarnos á ella. Pero... ¿qué diantres te pasa?... diríase que esquivas la presentación. ¡Ja! ¡ja! ¡ja! Bonito fuera que ya te tuviéramos hasta celoso.

D. Gabriel! Días y más días sin pasar por casa. Después de aquella tremenda y borrascosa escena con D. Pedro, pocas veces has ido por allá. Y no quedó poco comprometido mi honor... Señora, francamente, temo que el señor D. Pedro me ensarte con su gran espadón, porque de que está celoso como un turco no me queda duda alguna.

-Porque doy al celoso, al desdeñado, al olvidado y al ausente las que les convienen, que les vendrán más justas que pecadoras.

Doña Luisa la observaba en la iglesia con celoso despecho. Tenía los ojos húmedos, lo mismo que ella; oraba con fervor, lo mismo que ella... pero no era seguramente por su hermano. Julio había pasado á segundo término en sus recuerdos. Otro hombre en peligro llenaba su pensamiento. El último de los Lacour ya no era simple soldado ni estaba en París.

Ambos se reían y yo me figuré, sabe Dios por qué, que la risa de Luciana era nerviosa y falsa, y cátame triste para toda la noche. ¿Estoy, pues, celoso? Ciertamente, Luciana es coqueta y le gusta agradar y ser alabada. ¿Por qué acusarla? Es bella y lo natural es que goce del éxito de su belleza. ¿Y qué me importa, puesto que su corazón es mío y estoy seguro de su rectitud y de su ternura?

Todas las noches, desde hace meses, hablo con él más de una hora en voz baja. Me elogia, me dice mil corteses rendimientos; pero de amor no me habla. Entre él y yo existen tácitamente estas extraordinarias relaciones. ¿Es esto pecado? ¡Ah! Yo creo que . Ahora creo que . Me lo dice el corazón. Braulio está celoso. Pero, Dios mío, ¿por qué no me lo ha dicho? ¿Por qué no se ha quejado?

De este modo las palabras citadas forman los versos siguientes, que parecen dirigidos sólo á la Reina: Aunque amante de otro gusto Me presumáis, yo soy vuestro: El Rey suspira celoso, Porque ignora mis desvelos. No os asombre cuando sepa Don Ordoño el amor nuestro. Su poder, aunque temido, Contra el de amor es pequeño.

Los suplicios más feroces que ve Dante en su Infierno, las abominaciones y espantos de los más ascéticos libros cristianos, como Gritos del infierno, Estragos de la lujuria, y otros así, son niñerias y amenidades, si se comparan con lo que Baudelaire refiere cuando él mismo se ve ahorcado, podrido y hediondo, entre una nube de murciélagos y de grajos que le sacan los ojos á mordiscos y picotazos y se le comen por do más pecado habia, y con lo que cuenta Rollinat de aquel gato celoso, que yo sospecho que era un demonio familiar, el cual araña y destroza á su amiga en sitios tan sensibles y ocultos.

¡Póngase usted fuera de mi alcance! exclamé; sin embargo, un momento después la audacia misma de aquel malvado me hizo reír. ¿Es decir, que usted haría traición al Duque? pregunté. Por toda respuesta aplicó a Miguel un epíteto que no merecía, pues era el Duque hijo de una unión legal, aunque morganática, y añadió en tono confidencial: Me estorba. ¿Comprende usted? Es un bruto celoso.

Palabra del Dia

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