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Actualizado: 6 de junio de 2025
No hay en el himno esta contraposición entre el placer ruin é incompleto de la tierra y la infinita aspiración del alma; pero hay algo más tétrico; algo que se deplora en todos los naturalistas, ya escriban en prosa, ya en verso: lo mismo en Zola que en Rollinat.
Los suplicios más feroces que ve Dante en su Infierno, las abominaciones y espantos de los más ascéticos libros cristianos, como Gritos del infierno, Estragos de la lujuria, y otros así, son niñerias y amenidades, si se comparan con lo que Baudelaire refiere cuando él mismo se ve ahorcado, podrido y hediondo, entre una nube de murciélagos y de grajos que le sacan los ojos á mordiscos y picotazos y se le comen por do más pecado habia, y con lo que cuenta Rollinat de aquel gato celoso, que yo sospecho que era un demonio familiar, el cual araña y destroza á su amiga en sitios tan sensibles y ocultos.
La situación es tremenda, y empezando por versos de amor materialista puro, como los catorce sonetos, se viene á caer en ella, más tarde ó más temprano, á no desviarse pronto del mal camino. Las visiones de Baudelaire y de Rollinat espeluznan y descomponen el estómago; dan horror y asco: es menester ser valientes y robustos para resistirlas sin vomitar ó sin caer desmayado.
Los poetas crapulosos, como Baudelaire y Rollinat, se hartan y se hastían de sus goces; sienten aspiraciones infinitas, hundidos ya en el fango, y después de haber renegado de Dios; y aquí te quiero escopeta. Cada uno de ellos parece un energúmeno. Sus versos son pesadillas de un ascetismo bastardo y sin esperanza.
Palabra del Dia
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