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Actualizado: 1 de julio de 2025
El celoso marido estaba en la cuadra, donde generalmente se retiraba después de cenar. Quizá lo hacía para demostrar su desagrado a los compañeros de su esposa; tal vez a semejanza de tantas débiles naturalezas, encontraba un placer en el ejercicio del poder absoluto sobre animales inferiores.
Evidentemente mi cariño no estaba completo: le faltaba uno de los tributos del amor, no el más peligroso, pero sí el más feo. La vi asediada y me acerqué a ella. Oí en torno mío frases que me abrasaban: sentía celos. Nunca se confiesa estar celoso; sin embargo, no eran aquéllas sensaciones que pudiera yo confundir.
Después de esto ya podía volver con la aureola de diputado práctico, «celoso defensor de nuestros intereses materiales», como le titulaba el semanario de la localidad, órgano del partido.
Imaginó al punto que la persona de quien andaba celoso Braulio era el Conde, de quien Beatriz le hablaba en su carta. Fuese como fuese, Paco temió una catástrofe. Pensó en que Braulio, o se iba a morir, o se iba a matar, o se iba a Leganés. A fin de evitarlo, si era tiempo, se puso inmediatamente en camino para Madrid. Braulio no le había dado señas, pero él le hallaría.
Don Braulio podía pensar lo que se le antojase de Rosita y de su marido; podía denigrar, allá en el fondo de su severa conciencia, la tertulia con sus tertulianos; pero ante el mundo, dentro de las condiciones de esta vida que vivimos, no podía oponerse, sin pasar por hurón, por celoso y por tirano, a que su mujer siguiese yendo a dicha tertulia.
Muy celoso de su habilidad en la esgrima, a pesar de frecuentar asiduamente la sala de armas, ejercitábase también en su casa, tal vez para no hacer sabedor al público de todos los secretos de su manejo. La aparición de aquel hombre, en medio de los pensamientos que preocupaban a Juana y a su madre, las llenó de admiración y alarma.
¿Cuál es? Cuestión de faldas. Una supuesta rivalidad, Sr. D. Gabriel. Dígalo usted todo de una vez exclamé sintiendo que se redoblaba mi coraje. Usted está celoso y ofendido, porque supone que le he quitado su dama. No le contesté. Pues no hay nada de eso, amigo mío. añadió . Respire usted tranquilo las auras del amor.
La Idea de la comedia de Castilla, de Josef Pellicer de Salas Tovar, impresa en el año de 1639, sólo me es conocida por su título; no así el autor, que aparece entre los que escribieron á la muerte de Lope, y, á la verdad, como celoso partidario del finado y de la forma dramática nacional.
Después, creyendo que Zakunine se había confesado celoso y reo, había inventado su propia intervención entre los dos actores del drama. ¿El silencio y la tristeza de Zakunine, no podían ser, no eran, el remordimiento del culpable? Como quiera que fuese, el Príncipe se había mostrado, durante los primeros días, tal vez en fuerza de tanto dolor, indiferente a su suerte.
Maltrana besó aquel hermano inesperado que de repente surgía en su familia; vio en el lío de ropas mojadas y malolientes una cabeza enorme sobre un cuello delgado; un cuerpecillo débil que anunciaba una fealdad igual a la suya. Desde entonces dividió sus caricias entre el chiquitín y el pobre Capitán, que parecía celoso de este huésped que monopolizaba todas las atenciones de la familia.
Palabra del Dia
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