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Actualizado: 14 de julio de 2025
Amaury no ha puesto en mí sus ojos, ni siquiera le he llamado la atención, y desde que Magdalena está enferma se ha olvidado hasta de sí mismo para pensar sólo en ella; y a despecho de todo eso está celosa, y esos celos la matan. ¡Pobre Magdalena!
A Bonis le había llegado a querer de veras, con un cariño que tenía algo de fraternal, que era a ratos lujuria y que se convertía en pasión de celosa cuando sospechaba que el tonto de Reyes podía cansarse de ella y querer a otra. Tiempo hacía que notaba en su queridísimo bobalicón despego disimulado, distracciones, cierta tendencia a huir de sus intimidades.
De todos modos, se casará con ella y será Rey de hecho y pronto también de nombre. ¿Comprende usted? No es malo el plan. Pero usted, señora, ¿cómo es que?... Diga usted, si quiere, que estoy celosa. Pero, ¡Dios eterno! ¿puedo, acaso, verlo casado con ella? Y ahora, retírese usted.
No tarda en ponerse en movimiento un torno que hay en la pared, por medio del cual recibe el caballero luz y un cesto con manjares. Dentro del cesto viene también una carta, que dice lo siguiente: «Por los papeles que os he usurpado, sé, Don Gabriel Manrique, parte de vuestros amores. Quien temerosa de perderos os ha impedido el viaje, mal os lo consentirá celosa.
Dices que tú sospechabas esto que ha pasado, mejor, que lo adivinabas. ¿En qué te fundabas tú para adivinarlo?... ¿qué observaste y qué supiste? ¡Ay!... ¡con lo que sale ahora este bobo...! ¿Crees que una mujer celosa necesita ver nada? Lo olfatea, lo calcula y no se equivoca... Se lo dice el corazón. El corazón no dice nada. Eso es una frase.
Y este fué el tema constante de nuestra conversación, en tanto que visitábamos el Museo Provincial, establecido hoy allí por la muy celosa y entendida Comisión de Monumentos salmantina, digna de disponer de más fondos.....
No hay por qué negarlo, hija mía agregó, al ver que Antonia se estremecía e inclinaba la frente como tratando de ocultar su rubor. Ese amor oculto ha sido siempre demasiado sublime y generoso para que te avergüences de él. Tú has sufrido mucho. Celosa e indignada contra ti misma por tus celos, hallaste una tortura y un remordimiento en lo que hay de más santo en el mundo, en un amor virginal.
¡Pero Dorotea le ama! exclamó con cierta celosa impaciencia Lerma. Con toda su alma, con toda su vida, de tal modo, que si le pierde muere. ¿Pero qué se proponía Quevedo al hacer conocer á Dorotea ese hombre? Que se enamorase de él, y lo consiguió. Pero no entiendo el objeto de Quevedo al pretender que Dorotea se enamorase de ese hombre. Estás cada día más torpe, duque.
-Eso creo yo muy bien -respondió Sancho-, porque es ella una bienaventurada, y, a no ser celosa, no la trocara yo por la giganta Andandona, que, según mi señor, fue una mujer muy cabal y muy de pro; y es mi Teresa de aquellas que no se dejan mal pasar, aunque sea a costa de sus herederos. -Ahora digo -dijo a esta sazón don Quijote-, que el que lee mucho y anda mucho, vee mucho y sabe mucho.
«Ya que eres celosa pensaba , debes serlo con motivo. Yo te devolveré el latigazo.» Además, al recordar cómo aquellos dos hombres se habían golpeado en su presencia, sin que esto le causase profunda emoción, creyó, con un ilogismo propio de su cerebro desordenado, que el medio más seguro para restablecer la paz entre ambos era que ella se entregase á un tercero, más digno de su interés.
Palabra del Dia
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