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Actualizado: 14 de julio de 2025
Celosa la priora del decoro de la comunidad, y sabiendo cuando había de atreverse el Rey a profanar la clausura por una mina abierta en una cueva de la casa de don Jerónimo, que era medianera del convento, puso a la monja en su celda tendida entre blandones, como si estuviera difunta.
Cesemos en esto, señora de mi alma, dijo Cervantes, y procuremos recobrar la serenidad del rostro, no sea que doña Guiomar vuelva y sospeche, y celosa os injurie, y en trance me ponga de hacer lo que no quisiera ni cumpliría a mi honra; y habladme de los sucesos de vuestra vida que relatar os falta, y más que esposos enamorados, parezcamos buenos amigos hasta que de esta casa salgamos, y habiendo pasado por la iglesia, a la pobre mía os lleve.
Susana hallaba en ella un corazón amigo, que aun contrariándola, mostraba comprenderla, distante por igual de la adulación y de la envidia; porque en la humildad de Valeria no había sombra de bajeza. Ni ella la hubiera tolerado, pues era tan altiva a lo grande e incapaz de pretender que le atribuyesen cualidades que le faltaban, como celosa de que se reconocieran las que estaba segura de tener.
«¡Qué tropa, Dios! exclamó la zancuda con indignación de celador de ornato público, que no causó efecto . Cuidado donde se van a poner... ¡Fuera, fuera!... y tú, pitoja, recoge a tu hermanillo, que le vamos a espachurrar». Estas amonestaciones de una autoridad tan celosa fueron oídas con el más insolente desdén.
Eso no era lo difícil; la señora de Bruinsteen consintió en ello sin mayor resistencia; pero cuando le dije que ibais a ser mi mujer casi le dió de rabia un ataque de apoplejía... ¿Esto os sorprende, Marta? Se diría ¿verdad? que está celosa porque yo distingo a otra mujer. Nada de eso; me odia, pero tiene necesidad de mí, y me teme.
Esta ficción excita en alto grado nuestro interés, y la serie de escenas en que la heroina se nos presenta, ya arrebatada de su pasión amorosa, ya airada y celosa, lo aumenta aún más á la conclusión, en que se descubre y quiere renunciar á su amante, á quien cree infiel, moviendo entonces al padre, admirado de su generosidad, á dar su aprobación á su enlace con su hijo.
-Mal haces, Sancho -dijo don Quijote-, en decir mal de tu mujer, que, en efecto, es madre de tus hijos. -No nos debemos nada -respondió Sancho-, que también ella dice mal de mí cuando se le antoja, especialmente cuando está celosa, que entonces súfrala el mesmo Satanás. Finalmente, tres días estuvieron con los novios, donde fueron regalados y servidos como cuerpos de rey.
«Pero, ¿verdad, Rodolfo mío, que me amas, que me adoras, que sólo vives para mí? ¿No es cierto que me apeno sin motivo y que no tengo razón para estar celosa? Y aun cuando tú quieras a Gabriela o a cualquiera otra, ¡qué me importa! ¡Te amo, y con eso me basta!
La prima Pepa, pequeña y fea con un costurón en el cuello; pero eso y mucho más sufriría el avaro de Frasquito con tal de atrapar el gato de su padre, que lo tenía gordo y lucido al decir de la gente. Hablaban en voz alta, pero nada de lo que decían llegaba distintamente á los oídos de la celosa tabernera.
Su nueva amiga se encargó de modificar sus costumbres, y mi amante, con el ardor que ponía en todo, llegó á estar tan celosa de Juana Baud como hubiera podido estarlo de mí. Hasta entonces ni Marenval ni Tragomer habían hecho un gesto ni pronunciado una palabra y habían dejado hablar á Jacobo con la esperanza de coger algún indicio útil ó algún dato nuevo.
Palabra del Dia
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