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Actualizado: 24 de junio de 2025


Yo recobraré mi palabra como pueda... Mañana sabrás con certeza lo que vamos á hacer. La cara solar de Caragòl sonreía beatíficamente á lo lejos, sin ver nada, sin oír nada. Había presentido algo grave con la llegada del capitán, su larga entrevista á solas con el segundo, y la salida de éste, que pasó silencioso y ceñudo ante la puerta de la cocina.

El no era como Potaje, que permanecía inmóvil y ceñudo a los pies de la cama, contemplando el cadáver como si no lo viese, mientras hacía girar el castoreño entre sus dedos. Iba a llorar como un niño. Su pecho jadeaba de angustia, mientras los ojos se le hinchaban a impulsos de las lágrimas. En el patio tuvo que apartarse para dejar paso a los picadores que volvían al redondel.

De Pas notó el cambio. ¿Me haces el favor de leer lo que dicen estas letras borradas?... yo no veo bien. De Pas se acercó y leyó. ¡Chico apestas!... ¿qué has bebido? Don Fermín irguió la cabeza y miró al Obispo sorprendido y ceñudo. ¿Que apesto? ¿por qué? A bebida hueles... no a qué... a ron... qué yo. De Pas encogió los hombros dando a entender que la observación era impertinente y baladí.

«¡Señor! ¡dadnos pacienciaToda aquella gentuza, grandes y chicos, se habían propuesto acabar con la familia. Triste y ceñudo, como si fuese á un entierro, emprendió Batiste el camino de Valencia un jueves por la mañana. Era día de mercado de animales en el cauce del río, y llevaba en la faja, como una gruesa protuberancia, el saquito de arpillera con el resto de sus ahorros.

Aquel personaje tendido sobre su sarcófago con la severa toga del que juzga a sus semejantes no siempre había sido ceñudo y austero, como lo mostraba el escultor. Alguna vez el hombre vencería al personaje, y recatándose como un mozuelo, dando al diablo su gesto imponente, habría buscado un rayo de felicidad en misteriosos rincones, lejos de la familia, abominando de su moral avinagrada y áspera.

Y no se le despertaba la saludable emulación, sino la ruin envidia y su hermano el ceñudo despecho. Únicamente le consolaban los desatinados amoríos de Carmen; celebraba la gracia, frotándose las manos, siempre que en el Casino se comentaba la procacidad del estudiante y el descaro de la chiquilla. ¡Que rabiase su suegro! No bastaba tener sillas de damasco y alfombras para evitar escándalos.

Batiste, siempre inmóvil, miraba como un idiota las estrellas que parpadeaban en el azul obscuro de la noche. La soledad le reanimó. Empezaba á darse cuenta exacta de su situación. La vega tenía el aspecto de siempre, pero á él le parecía más hermosa, más «tranquilizadora», como un rostro ceñudo que se desarruga y sonríe.

Y siguió adelante, guiado ya por la pendiente de la calle de Atocha y casi á la carrera. Cinco minutos después tiraba de la cuerda de la campana de la puerta del convento y pedía al portero ver al padre Aliaga de orden del rey. Inmediatamente fué introducido. El padre Aliaga, sentado delante de su mesa, ceñudo y sombrío, pensaba más que leía sobre un libro.

Esto no es serio; le van á castigar; el cuartel...los oficiales.... Pero ella está ya en el pescante, inclinando hacia el conductor su rostro ceñudo, esforzándose por encontrar un gesto de graciosa seducción. Yo te recompensaré. Llévalos y te daré un beso. Sonríe el soldado débilmente, mirándola á la cara para apreciar el valor del ofrecimiento.

El cerrojo lanza al caer una interjección uraña y reconfortante, y el ascua nos recibe con su ardiente fascinación que amodorra las ansias y desapega de todos los afanes del siglo. Una enorme hostilidad se cernía. El cielo estaba ceñudo, el aire maligno y poblado, quizá, de espíritus dañosos. Las lúgubres consejas, escuchadas allá en la torre, siendo niño, volvían a la memoria del mancebo.

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