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Actualizado: 21 de junio de 2025
Era una cañí, una hija legítima del marqués de San Dionisio. ¡Que no le quitasen a ella sus juerguecitas hasta el amanecer, tocando palmas y taconeando sentada, con las faldas en las rodillas! ¡Que no la privasen del vino de la tierra, que era su sangre y su felicidad! Si rabiaba la familia, que rabiase. Ella quería ser gitana como su padre.
Y no se le despertaba la saludable emulación, sino la ruin envidia y su hermano el ceñudo despecho. Únicamente le consolaban los desatinados amoríos de Carmen; celebraba la gracia, frotándose las manos, siempre que en el Casino se comentaba la procacidad del estudiante y el descaro de la chiquilla. ¡Que rabiase su suegro! No bastaba tener sillas de damasco y alfombras para evitar escándalos.
Quería ostentarlo, como Ana ostentaba su capitán mercante; quería que la familia de Sobrado supiese lo que sucedía y rabiase, y que la de García, la orgullosa damisela, se enterase también de que Baltasar la dejaba por la Tribuna; así como suena. Quemadas ya las naves, a Amparo le convenía hacer ruido, tanto como a Baltasar guardar silencio.
Apuesto que la causa de toda su indisposición ha sido alguna rabieta que ha tenido con D. Valentín. Pues te equivocas. Mi madre no ha tenido la menor rabieta con nadie en todo el día de ayer. Papá estuvo en el campo. Entonces se concibe que no rabiase con él. ¿Y contigo no rabió? Hace días que mi madre está dulcísima conmigo.
Decididamente, las destrucciones que proyectaba el señor Manolo para cuando triunfase la autonomía del Estado castellano, el abatir la selva y meterla el arado, sería una reforma muy revolucionaria; pero así estaba mejor, era más hermosa, aunque la pública utilidad rabiase de coraje. Una señal de alarma de los dos perros sacó a Isidro de sus divagaciones.
Palabra del Dia
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