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Actualizado: 1 de junio de 2025


Una de sus primeras visitas fue para el templo donde brillaba la señorita Victorina Tompain. ¡Allí que se le tributó un recibimiento entusiasta! ¡Con qué amistosa curiosidad corrió todo el mundo a su encuentro! ¡Qué dulcísimos dictados! ¡qué apretones de manos tan cordiales! ¡Cuántos labios hechiceros se alargaron hacia él, en forma de tentador hocico, para recibir un beso amistoso, sin la menor consecuencia!

La niña levantó la cabeza estupefacta; pero al ver la sonrisa maligna que brillaba en los ojos de la doncella, bajola de nuevo y se puso a comer sin protesta alguna. Concha no quedó satisfecha; deseaba que se rebelase; verla llorar.

Sobre su frente exangüe brillaba una cabellera tan negra, que se diría un cuervo incubando allí sus ideas. Hace ya siete años que te estoy esperando me dijo. Como era mi prometida, yo la abracé, la besé en sus rojos labios, y le repuse: ¡Siete años!... ¡Pobre Nanela!... Pero sabes... , yo también me interrumpió ella que el pérfido de Tucker, mi tío y tutor, tiene la culpa.

El conserje estaba á sus pies, agitando el pecho con movimiento de fuelle. Tenía los ojos vidriosos y desmesuradamente abiertos; su boca se cubría de sangre... Junto á él brillaba un cuchillo de cocina. Después vió á un hombre con un revólver en la diestra, conteniendo al mismo tiempo con la otra mano una puerta rota que alguien intentaba abrir desde dentro.

¿Por qué son perseguidos en todas partes, o más bien, por qué eran unitarios salvajes, y no federales sabios, toda esa multitud de hombres animosos y emprendedores que consagraban su tiempo a diversas mejoras sociales: éste a fomentar la educación pública, aquél a introducir el cultivo de la morera, este otro al de la caña de azúcar, ese otro a seguir el curso de los grandes ríos, sin otro interés personal, sin otra recompensa que la gloria de merecer bien de sus conciudadanos? ¿Por qué ha cesado este movimiento y esta solicitud? ¿Por qué no vemos levantarse de nuevo el genio de la civilización europea, que brillaba antes, aunque en bosquejo, en la República Argentina? ¿Por qué su Gobierno, unitario hoy, como no lo intentó jamás el mismo Rivadavia, no ha dedicado una sola mirada a examinar los inextinguibles y no tocados recursos de un suelo privilegiado? ¿Por qué no se ha consagrado una vigésima parte de los millones que devora una guerra fratricida y de exterminio a fomentar la educación del pueblo y promover su ventura? ¿Qué se le ha dado, en cambio, de sus sacrificios y de sus sufrimientos? ¡Un trapo colorado!

Protestó don Marcos contra este deseo irreverente de acortar las ceremonias. Era preciso: estaban allí para un asunto muy grave. Una pieza de cinco francos brillaba un su mano. ¡Lo que le había costado adquirirla! De todas sus gestiones en la mañana, ésta había sido la más larga y penosa. La moneda estaba oculta, á causa de la guerra.

Había visto días, los menos, eso , en que brillaba echando chispas el sol del alma, seguidos de otros en que se apagaba casi por completo; pero nunca vio una tan inalterable y mansa corriente de días tibios, iguales, de penumbra dulce y reparadora. Llevábase muy bien con doña Lupe, y con su marido le pasaba lo más extraño que imaginar pudiera.

El licor brillaba con reflejos de topacio engastado en oro. «¡Cómo lo miras, bribona! pensó la escéptica y observadora doña Lupe . Esa es la Eucaristía que a ti te gusta, el Pajarete...». Y viéndoselo tomar, decía la muy picarona: «Eso, saboréate bien, y relámete. No lo hacías así cuando recibías a Dios...».

Entre las sombras brillaba de vez en cuando el fuego de un cigarro, que con su lumbre roja iluminaba un instante los bigotes del fumador. Allá a lo lejos, en la esquina, aun permanecía abierta una tienda de quincalla; mas podía verse la sombra del dueño cruzar con frecuencia por delante de la puerta arreglando ya sus cosas para cerrarla.

Miró al cielo. ¡Cómo brillaba la luna allá en lo alto, serena, majestuosa! ¡Qué guiños maliciosos le hacían las estrellitas azuladas! ¡Faunos, ninfas y amores que la vísteis desde la pomarada de D. Félix, venid ahora! ¡Venid á contemplar el rostro de Flora encendido en pura grana! Allá se oía el ruido de los zapatos claveteados de Jacinto que se alejaba.

Palabra del Dia

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