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Actualizado: 22 de julio de 2025


Yo, es diferente, muchacho; yo mezclo el aguardiente con vino, mientras que él lo bebía puro. ¡Ah!... respondió Grano de Sal poco convencido de la temperancia del señor Durand. ¡Toma! dijo éste , ahí tienes uno que morirá en la piel de un bandido, si es que no le desuellan vivo. Y señalaba a un hombre alto y delgado, con uniforme azul bordado, que atravesaba la plaza.

Era muy trabajador, casi no bebía, y, al parecer, era bastante educado, porque hablaba y escribía bien el inglés, y, además, siempre estaba atormentando a los demás para que le hicieran enigmas y cifras, a cuya solución se dedicaba en sus momentos de ocio.

Tan pronto, acometido de cólera furiosa, proyectaba arrojar á su amigo de la tienda á puntapiés y pescozones, como, presa de profundo abatimiento, quedaba paralizado y devoraba su afrenta en silencio; comía poco, no bromeaba jamás y, contra su costumbre, bebía bastante vino. Al fin rompió la cuerda, como era de presumir.

Y acarició el contorno de la botella con mano amorosa. Su rostro parecía iluminado por una extraña lucidez, que iba en aumento según ella bebía. Al verse dueña de todo el whisky deseaba quedar sola para paladearlo sin prisa, y dijo á Robledo: Váyase y no se acuerde de .

Al entrar Manos Duras en el «Almacén del Gallego», vió que el público era más numeroso que las otras tardes de trabajo, hablándose en todos los corros de la muerte del contratista. Mientras bebía de pie junto al mostrador, fué oyendo los comentarios de los parroquianos. Esa hembra gritaba uno es la que ha tenido la culpa de todo. ¡Qué mala p...!

No bebía ni fumaba, ni podía resistir calzado, ni gorra, ni chaqueta. Ordinariamente no llevaba más prendas sobre su cuerpo que la camisa y los pantalones, con las perneras remangadas hasta la pantorrilla y las mangas hasta el codo; y, así y todo, Cornias resultaba limpio y simpático. De honradez y lealtad no se hablara, porque se le podía entregar a ciegas oro molido.

Y volvió a mirar al chico, recreándose silenciosamente en su hermosura y lozanía. Fortunata le bebía a ella las miradas, jactándose de adivinarle el pensamiento, el cual bien podía ser este: «¡Si Jacinta le viera...!». ¿Pero cómo le había de ver? Esto que era imposible. «Por pensaba la Pitusa , no habría inconveniente... ¡Pero cuánto sufrirá la pobrecilla, si le ve!

Mi querido amigo Esteven... Estimado señor ministro... El despacho era espacioso; bien amueblado, en punto a riqueza, pero sin gusto y sin estilo. S. E. estaba sentado delante del escritorio, pluma en mano; muy cerca, una bandeja con botella de Jerez y copas; del otro lado, una caja de cigarros: bebía un sorbo, chupaba el puro y escribía.

Ryp Timmermans, el cocinero, poseía un estómago que era una especialidad; bebía lo mismo alcohol puro que petróleo, aguarrás o tinta; rompía las monedas con los dientes, y hasta rompía el cristal. Cosa que él agarrara con los dientes no había manera de quitársela.

Diciendo esto bebia con tanto aliento, y de tal manera confundia las ideas todas, que no pudo Zadig sacar de él cosa ninguna mas. Estaba confuso, pensativo y sin movimiento, miéntras que bebia Arbogad y contaba mil historietas, repitiendo sin cesar que era el mas venturoso de los hombres, y exhortando á Zadig á que fuera tan dichoso como él era.

Palabra del Dia

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