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Actualizado: 22 de julio de 2025
¿Y por qué te querían asesinar esos cafres? Porque les dije mil perrerías. Después, cuando me llevaron a la tienda, todos se reían de mí. Luego me dieron vino, obligándome a beberlo, y yo mientras más bebía más charlaba, diciendo atroces disparates y frases graciosas, hasta que me quedé como un cuerpo muerto.
Las sacaba, y después bebía como si tal cosa. Las moscas huyeron cuando la cara viva se inclinó sobre la muerta, y al retirarse tornaron a posarse. Entonces Ballester cubrió la faz de su amiga con un pañuelo finísimo. Guillermina volvió más tarde. Subía del cuarto de Plácido a decir a Ballester algo referente al entierro.
Amparo remojaba los bocados con tantos y tan formidables sorbos de borgoña, que dejaba siempre la copa temblando. Comía y bebía como un labrador en día de boda, y hacía gala de ello. Ramoncito no se hallaba en disposición de experimentar los goces de la nutrición animal. Dijo que había tomado chocolate en casa de Osorio; pero no era cierto.
Comía, bebía y callaba Viváis-mil-años; pero gesticulaba y guiñaba los ojos alternativamente como hablando consigo mismo, todo lo cual metía mucho más en curiosidad a la tía Zarandaja, que como había visto lo que doña Guiomar favorecía y lo mucho que amaba a aquel soldado que tenía encerrado, por favorecer sus amores esperaba mucha cosa.
Corrales les dijo que no era posible porque él había tenido cuenta del agua que se había echado en la cisterna y con los días que se bebía della; que había agua para más de quince días.
15 El que tiene oídos para oír, oiga. 16 Mas ¿a quién compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, 17 Y dicen: Os tañimos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis. 18 Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene.
Era en verdad interesante aquel cuadro, y digno de figurar en los anales de la ciencia: cuatro varones de más de cincuenta años, calvos y medio ciegos de tanto estudiar, maestros de maestros, congregábanse delante de aquel mocoso que tenía que hacer sus cálculos en la parte baja del encerado, y la admiración les tenía mudos y perplejos, pues ya le podían echar dificultades al angelito, que se las bebía como agua.
Se bebía una taza de caldo y en seguida se disponía a escribir, sin levantarse de la cama, sostenido por varias almohadas. Tenía a su alcance muchos lapiceros, y trabajaba hasta las nueve de la noche, hora en que se levantaba para ir a pasar el resto de la noche en alguna taberna de Montmartre.
Sus ojos, abiertos desmesuradamente, tenían unos reflejos metálicos; miraban con una tenacidad molesta y al mismo tiempo parecían vagorosos, como si se tendiese ante ellos una telaraña invisible. Sus enemigas menos implacables la acusaban de cierta propensión á los licores. Bebía, como un cliente asiduo de bar, toda clase de mezclas americanas.
¿Qué queréis, hijos míos? respondía él. He perdido el estómago. ¿Cómo no había de perderlo si esta mujer que aquí veis me ha estado envenenando más de tres semanas con una bebía compuesta? Decid que es mentira saltó María-Manuela.
Palabra del Dia
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