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Actualizado: 22 de junio de 2025
Por momentos, alguno de los compañeros bebía una copa de vino, se levantaba en silencio e iba de nuevo a tenderse sobre la peña y hundirse en la muda contemplación. Así quedé largo rato; las voces humanas que sonaban a mi espalda, apartaban de mí la sensación de soledad que habría sido terrible en ese momento.
Una de sus órbitas había quedado vacía, colgando de este orificio del cráneo algunas piltrafas de la masa cerebral. En torno á él, la tierra bebía sangre ávidamente, cubriéndose de moscas. Se echó abajo del caballo, y con el revólver en la diestra avanzó hacia la casa. Al asomarse á su puerta y ver que no había nadie en la gran pieza que servía de sala y comedor, empezó á dar gritos.
Ugarte, por lo que dijo, había vivido en Filipinas, y estaba aburrido de aquello y quería marcharse a América. Tristán, el antiguo, se encontraba muy cambiado; tenía una cicatriz reciente, roja aún, en la cara, que le cogía desde la ceja de un lado hasta la comisura de la boca del otro, cortándole el labio superior. Nuestro antiguo piloto bebía el brandy como si fuera agua.
El grupo de niños sostiene una taza redonda, de la cual fluye por cuatro caños un agua cristalina, sumamente celebrada por sus virtudes higiénicas. El Emperador no bebía otra, y nosotros la probamos también, aunque llevábamos á bordo un vino de primer orden. Porque debemos advertir que, mientras llegaba ó no llegaba el Sr.
No le agradaba verle cada vez más enfrascado en el aguardiente y el cognac; pero don Santos si no bebía no daba pie con bola, no entendía palabra de lugares teológicos. Había que dejarle beber. A las diez y media de la noche salían juntos; don Pompeyo daba el brazo a don Santos y le acompañaba hasta dejarle bastante lejos del café, porque si no se volvía solo.
Y como se hubiesen manifestado dudas, no exentas de curiosidad, había declarado que la temperancia de Fortunato dejaba que desear. No hacía falta más para que se esparciese el rumor de que aquel perfecto caballero, que parecía tan sobrio y arreglado, bebía y volvía á su casa en situación de necesitar, para subir la escalera, la intervención de su criado y de su portero.
Nunca bebía licores y aquella tarde, distraído, sin saber lo que estaba haciendo, había apurado la copa de chartreuse o no sabía qué, servida por la Marquesa. Fortunato leía las pruebas y seguía sonriendo. No parecía temer ya al Magistral. Horas antes esquivaba quedarse a solas con él de miedo a que le reprendiese por su condescendencia con las señoras protectrices de la Libre Hermandad.
Bebía el «pobre Alfredo» para llenar el vacío de su vida frustrada sentimentalmente, pero nunca le debió nada al alcohol; sus borracheras fueron «obscuras», como el fondo de una sima, y al cabo la llama azulenca le abrasó el cerebro y sufrió el horrible dolor de la impotencia en plena apoteosis de gloria y de juventud.
¿Por un cura?... ¿Y dónde están los curas, mentecata?... Di a Nazaria que no se muera, que volveré pronto.... Corre y tráeme las pistolas. Voy por el cura. Sube y trae las pistolas gritó López. La coja entró en el portal, y emprendió su lucha con la escalera. Esto empezaba a ser para ella como beberse el mar. Y se lo bebía. Poco después el atleta y sus amigos volvían a la calle de los Estudios.
Desde hacía muchos años no se celebraba en los contornos ninguna fiesta parroquial en que después de la comida faltasen los silogismos del cura de N... En cuanto bebía la tercer copa de anisado, ya se sabía, era necesario probar las verdades de la fe. Todo eso estará muy bien replicó atajándole Moreno, pero dígalo usted en castellano para que yo pueda contestarle.
Palabra del Dia
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