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Actualizado: 22 de junio de 2025


Sólo don Jorge permaneció en pie, apoyado contra una roca, contemplándolos con tranquilidad, pues don Jorge no bebía; esto hubiera perjudicado a una profesión que requiere cálculo, impasibilidad y sangre fría; en fin, para valernos de su propia frase, no «podía permitirse este lujo». Contemplando a sus compañeros de destierro y al filosofar sobre el aislamiento nacido de su oficio, sobre las costumbres de su vida y sobre sus mismos vicios, sintiose oprimido por primera vez.

Alcaparrón la hacía señas rondando la mesa como un perro. ¡La pobre estaba siempre tan falta de apetito!... Y con su habilidad de gitano, escamoteaba todo lo que con disimulo le ofrecía Mari-Cruz. Después salía al patio unos instantes para zampárselo de golpe, mientras la prima enfermiza bebía y bebía, admirando el vino de los señores como lo más sorprendente de la fiesta.

Comía a caballo: bebía a caballo su vino de arroz: a caballo dormía.

Mientras el padre bebía los vientos por fijar la rueda de la fortuna en la sala de juego de la Oliva, las niñas se multiplicaban, verdaderas buhoneras de mismas, siempre con la mercancía de su hermosura a cuestas por plazas, iglesias, paseos, bailes y teatro. Pero llegó un luto, y aquí fue ella.

Los militares se reunían en una especie de casino, situado junto a la fonda principal, y allí se jugaba, mezclando los entretenimientos lícitos con los prohibidos; se bebía café, se vaciaban botellas y se charlaba de lo lindo. Fuera de aquel círculo halló nuestro amigo algunos que, a pesar de pertenecer a la clase militar, se mantenían retraídos.

Ocupando aquella posición deshonrosa se creía honrada. Su cerebro estrecho no comprendía otra gloria que la de ser preferida por tal hombre. Bebía sus palabras y gestos y se embriagaba con ellos. Hallaba gracia y nobleza en los más prosaicos actos de su vida y prestaba tal importancia á sus gustos para vestir, comer ó dormir cual si fuesen preceptos de un código divino.

Solía proseguir de esta manera en voz baja hasta que Juan se echaba como un loco por la escalera abajo, y entrando en la sala común pedía licores que no bebía, encendía cigarros que no fumaba, hablaba con hombres a quienes no escuchaba, y su conducta era, en una palabra, la que es propia del sexo fuerte en períodos de prueba y de tribulación.

La brisa columpiaba las flores, leda y gentil, muy acariciadora, y el caballo andaluz, fino y esbelto, bebía brisa y aromas, dejándoles al pasar la espuma blanca de su aliento.

Aprovechaos, que jamás os veréis en otra. Muchos señoritos del Caballista os envidiarían. ¿Sabéis lo que valen todos esas botellas? Un capital: eso es más caro que el champañ; cada botella cuesta no recuerdo cuántos duros. Y la miserable gente arrojábase sobre el vino, y bebía y bebía avariciosamente, como si lo que les entraba por la boca fuese la fortuna.

; es menester que me cuentes toíto lo que sientes, que yo sepa una por una tus ducas desde que han comenzao... Se me ha metió en la cabeza, hijo, que te han dado bebía, y si es así, hay que deshacerla con alguna oración, ó de otro modo que ya te iré explicando.

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