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Actualizado: 25 de junio de 2025


No va a ser un encuentro de poca monta; pero si ellos son muchos, nosotros tenemos la ventaja del terreno, y además siempre es agradable tirar a las masas; así no se malgastan las balas. Hechas aquellas razonables reflexiones, Materne calculó la altura del sol y dijo: Ahora son las dos; ya sabemos cuanto queríamos saber. Volvamos al vivaque.

Ha navegado hasta la vieja Europa Enarbolando el argentino sol, Y en su crucero, al pabellon de Iberia Con sus rayos ardientes eclipsó: Y al divisarse sus velas De Cádiz en la ciudad, Decían los gaditanos: «Allí viene la «Libertad!» Y flotaba el pendon Americano Desafiando las balas del tirano.

Nos enseñabas a atajar las balas, y a conseguir el triunfo en las derrotas, al corazón cobarde diste alas, llenando las trincheras de patriotas. Luchando te mató bala asesina, y, al caer, no lograron los tiranos, arrancarte la enseña filipina de las sangrientas y crispadas manos.

Mi alma, que el duelo despreciarlo sabe, no teme de la sátira las balas. ¡Bajo lluvia de plomo se irgue el ave porque cree en la fuerza de sus alas! ¡Héroe preclaro de la patria mía... resurge del abismo del olvido...! Ya te llama el clarín del nuevo día, pregonando tu nombre esclarecido...

A doscientos pasos del parapeto los alemanes se detuvieron y comenzaron un fuego graneado tan intenso como no se había oído otro semejante en la sierra; era un verdadero zumbido constante de disparos; las balas, a centenares, segaban las ramas, hacían saltar pedazos de hielo, se aplastaban en las piedras, a izquierda, a derecha, por delante, por detrás.

Nos vos mandamos que deis y entreguis al Comendador de Lares, nuestro gobernador de las Indias, o a la persona quel con su carta embyare, veinte e cuatro sacabuches de metal e la pólvora e pelotas que fuere menester para ellos e para quince espingardas que le mandamos de otra parte dar, e así mismo le dad los moldes e otro aparejo que fuere menester para hacer las dichas balas, lo cual todo es para llevar a las Indias, e tomad su carta de pago, ó de la persona que asymismo enviare con la cual e con esta mandamos que vos sea rescibido en cuenta lo que asy le dieredes y entregaredes, lo cual vos mandamos que hagades, asentando esta nuestra cédula el Comendador mosen San Martyn nuestro proveedor e veedor de la dicha artillería e Joan de Soria contador della, e dando ellos su parescer en las espaldas desta nuestra cédula de las cosas susodichas que les debais dar.

Los indios de México tenían, cuando vinieron los españoles, esa misma danza del palo. Tenían juegos muy lindos los indios de México. Eran hombres muy finos y trabajadores, y no conocían la pólvora y las balas como los soldados del español Cortés, pero su ciudad era como de plata, y la plata misma la labraban como un encaje, con tanta delicadeza como en la mejor joyería.

Los salvajes los rodearon al momento. El Capitán y sus compañeros habían tenido tiempo de huir hacia la playa, desde donde rompieron el fuego contra los indígenas, apuntando especialmente a los jefes y a los brujos. ¡Vanos esfuerzos! Los salvajes, a pesar de los estragos que las balas hacían en ellos, no retrocedían.

Los hornos estaban apagados, las construcciones se derrumbaban; habían recibido las balas prusianes y las balas francesas. La familia Bontemps propuso entonces a Pablo prestarle una corta cantidad de dinero, para que tratase de poner la fábrica en actividad. Pero la suma que se le entregó era tan insignificante, que el joven tuvo que vencer las más grandes dificultades.

¡Maestro Durand, balas! ¡Maestro Durand, acaba de declararse una vía de agua! ¡Maestro Durand, mi cabeza, mi brazo, mire cómo sangra!

Palabra del Dia

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