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El Conde levantó los ojos, y en el palco segundo de frente a la escena... en aquel palco, que era el suyo en otro tiempo, vio... ¡Ah! no se muere de placer ni de sorpresa, puesto que Arturo vive todavía... puesto que tuvo fuerzas y conservó bastante razón para exclamar: ¡Es ella! ¡Es Judit!... Pero al mismo tiempo permaneció inmóvil... sin atreverse a respirar... pues temía despertar de un sueño.

Y el pobre Montiño tuvo que esperar más de tres horas, esto es, desde las ocho hasta las once, sin atreverse á moverse del rincón de una de las vidrieras de los balcones de la celda donde se había pegado, viendo cómo caía el agua continua sobre la tierra de la huerta. El ver llover da tristeza. El cocinero mayor, que tenía más de un motivo para estar triste, se puso más triste aún.

Lázaro, precedido por María de la Paz, entró en la sala. Lo primero que vieron sus ojos fué á Clara, que estaba sentada junto á la devota y cosía con la cabeza baja, sin atreverse á mirar á nadie. Vió su turbación y su empeño en disimularla. Después miró á todos lados y vió á su tío, respetuosamente sentado al lado de Salomé, cuyos reales estaban plantados al extremo oriental de María de la Paz.

Las dos puertas del balcón se abrieron sin ruido. El aire de la noche entró en la casa sin despertar a la bella dormida. El duque echó una pierna por encima de los hierros y se deslizó en la habitación. La alegría y el miedo le hacían temblar como un árbol sacudido por el viento. Vacilante, iba adelantando sin atreverse a apoyarse en los muebles.

El señor Molina recorría, muy caviloso, las habitaciones de la casa, y al pasar junto a su sobrina, sin atreverse a consolarla, echaba sobre ella una mirada penetrante. ¡Qué desgracia! ¡Qué desgracia! murmuraba hablando consigo mismo, pero con el propósito de que ella, oyéndole, comprendiera que no le engañaba su apacible indiferencia exterior.

Las niñas se pasean por un lado, como manadas de pavos, y los hombres por otro; sin hablarse, dirigiéndose miradas, lo que allá llaman afilar, y sin atreverse a un saludo. Luego, el encierro en casa todo el día... la conversación con las amigas de mamá. No: ¡primero morir! Yo necesito ir a Berlín. ¡Si tu conocieses lo hermoso que es Berlín!...

Si él no tuviera sus puños de gigante, las espaldas enormes y aquel gesto de pocos amigos, ¡qué pronto hubiera dado cuenta de él toda la vega! Esperando cada uno que fuese su vecino el primero en atreverse, se contentaban con hostilizarle desde lejos. Batiste, en medio de la tristeza que le infundía este vacío, experimentó una ligera satisfacción.

Cecilia los vió partir y se puso a rondar el cuarto de su cuñado sin atreverse a entrar. Este, al salir en busca de Pablito, se la tropezó en el pasillo, que estaba medio a obscuras. La joven le cogió repentinamente la mano, se la apretó con fuerza, y clavándole una mirada anhelante, le dijo: No te batas, Gonzalo.

De la hija de mi mujer replicó Platón con gravedad, echando una mirada de desdén al cuadro de las trenzas. Yo creí que eran de... balbució la dama sin atreverse a acabar la frase . Y la joven a quien pertenecía ese pelo, ¿dónde está? En el cementerio gruñó Izquierdo con acento más propio de bestia que de hombre.

¡Agapito... Agapito... por Dios, no me las lleve!... ¡Agapito!... ¡señor escribano!... por Dios no me las lleve... por su madre... no me las lleve... ¡por Dios no me las lleve! Y deshecho en llanto, corría de uno a otro lado con las manos plegadas pidiéndoles misericordia. Los alguaciles ataban en silencio, con la cabeza baja, sin atreverse a mirarle.