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Actualizado: 21 de noviembre de 2025


¡Cómo! ¿Atreverse la tía pendanga á venir á insultarlas á su propia casa? ¿Insultar á su madre? ¿Insultarlas á ellas? ¡Esa sin vergüenza! ¡Esa cualquier cosa! ¡Esa p...! Y salió el vocablo infamante, y se repitió infinitas veces á gritos por las cuatro mujeres, trasformadas en cuatro tigres de Hircania.

En la misma tarde pasó don Mariano por la casa de sus amigos a agradecer la atención. Eran deliciosos sus pastelitos. Se notaban en ellos las manos de una hada benéfica dijo a Laura. Sin atreverse a aceptar un agradecimiento que no mereciera, Laura parecía turbada... Adolfo, que estaba presente, contestó entonces por ella: No son obra de Laura, Vázquez, sino de Coca...

¡Bendito país, donde la traición, el engaño y hasta el error tienen remedio! ¿Y quién te dice que yo sea capaz de aceptar eso? ¿Acaso no puedo quererle? ¿Al niño? Naturalmente; al fin, es hijo tuyo. No me has comprendido... repuso sin atreverse a concluir. ¡Calla, traidora! porque no respondo de . Y alzó tanto la voz, que ella hizo ademán de taparle la boca con la mano.

Pero á medida que se acercaban al pueblo, la energía nerviosa la abandonaba poco á poco, se volvía silenciosa, perdía su decision, acortaba el paso, y despues se quedaba detrás. Hermana Balî tenía que animarla. ¡Que vamos á llegar tarde! decía. Julî seguía pálida, con los ojos bajos, sin atreverse á levantarlos. Creía que todo el mundo la miraba y la señalaban con el dedo.

Aquella mujer pensaba las mismas cosas que á él se le habían ocurrido numerosas veces, pero sin atreverse á creer en ellas. Elena añadió, desalentada: -Pero ya es tarde: ¿para qué hablar de eso? Usted tiene una familia. Yo soy una mujer sin ilusiones ni esperanzas, que se ve sola y pobre, é ignora cómo terminará su existencia.

En estas cavilaciones hubiera persistido largo tiempo Rafaela sin atreverse a despedir a Arturito, a no ser porque ella tenía a veces crisis extrañas en el corazón y en la mente. Religioso fervor la dominaba. Iba a confesarse o tenía largos y piadosos coloquios con el Padre García, su director espiritual.

Llegábase donde estaba el perro, y, mirándole muy bien de hito en hito, y sin querer ni atreverse a descargar la piedra, decía: ''Este es podenco: ¡guarda! En efeto, todos cuantos perros topaba, aunque fuesen alanos, o gozques, decía que eran podencos; y así, no soltó más el canto

El cuitado de D. Valentín no sabía qué hacer: andaba inquieto; bullía de un lado á otro, sin atreverse á entrar en la alcoba de su mujer para que no le despidiese á gritos, porque venía á turbar su reposo, y sin atreverse tampoco á no estar allí cerca para que su mujer no le acusase de indiferente, egoísta y desalmado, que no miraba con interés sus males, y ni siquiera preguntaba por su salud.

Aguardó un rato en espantosa lucha, hasta que le asaltaron ideas alarmantes como esta: «Si ahora baja y me ve aquí...». Y salió escapado por la calle adelante sin atreverse ni a mirar hacia atrás. La tentativa del tercer día no tuvo mejor éxito, y aburrido al fin y desconcertado, resolvió expresarse con su mujer por medio de una carta.

Mis hijos, ¿dónde están? murmuró Bringas. Junto a la puerta estaban Isabelita y Alfonsín, aterrados, mudos, sin atreverse a dar un paso: el pequeño con el pan de la merienda en la mano, masticándolo lentamente; la niña seria, con las manos a la espalda, mirando el triste grupo de sus padres consternados. Rosalía les mandó acercarse.

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