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Pasaba la noche de café en café, y la madrugada de taberna en taberna, con los camaradas de vida errante, siempre triste y bebiendo para olvidar. Por la mañana llegábase hasta San Carlos, a recibir noticias. Le bastaba con saber que Feli seguía bien. Le acometía el miedo a verla en este lugar de dolor y que ella adivinase su embriaguez. Un día me acompañarás decía a Nogueras ; no, ahora no.

Entró dentro, con todo su acompañamiento, y vio tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta, enmendar en aquélla, y, finalmente, toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra. Llegábase don Quijote a un cajón y preguntaba qué era aquéllo que allí se hacía; dábanle cuenta los oficiales, admirábase y pasaba adelante. Llegó en otras a uno, y preguntóle qué era lo que hacía.

Distribuídos éstos con las más exquisitas precauciones, á fin de que los objetos de nuestras atenciones no fuesen indignos de la dignidad de la fiesta, llegábase uno con la credencial á la huerta de Aspeazu, ó á la de mi amigo Mazarrasa; y allí estaba lo bueno; es decir, un gran cuadro de terreno al aire libre, cuidadosamente sorrapeado y regado; dos docenas de farolillos de vidrio y hoja de lata, fijos sobre otros tantos mangos de cabretón, que le circuían; ocho ó diez músicos agrupados en un ángulo, y el mismísimo repartidor, que guardaba la puerta y recibía los billetes.

Eran bestias difíciles para la lidia, que corrían hacia ellos enseñando los colmillos, como si los enfureciese su aspecto exótico y husmeasen en sus personas a enemigos de la propiedad. Muchas veces, cuando dormían al aire libre cerca de una estación, esperando el paso de un tren, llegábase a ellos una pareja de guardias civiles.

En el fondo del vestíbulo abríase la puerta del salón, y llegábase por este a un pequeño gabinete, tapizado todo de cretona, con grandes flores cobrizas.

Llegábase donde estaba el perro, y, mirándole muy bien de hito en hito, y sin querer ni atreverse a descargar la piedra, decía: ''Este es podenco: ¡guarda! En efeto, todos cuantos perros topaba, aunque fuesen alanos, o gozques, decía que eran podencos; y así, no soltó más el canto

Llegábase á esto el vil interés de tal cual, que degenerando de la innata piedad de sus mayores, no hacía escrúpulo de apresar ya á este, ya al otro de aquellos pobres indios cristianos y reducirlos á miserable esclavitud.

Pilar prefería el manantial intermitente que le proporcionaba las emociones de que era tan ávido su endeble organismo. Llegábase al manantial por un ameno sendero; ya desde el puente se cogía bella perspectiva.