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Actualizado: 21 de julio de 2025
Y la carta no parecía. Empezó á sentir ese escalofrío, ese entorpecimiento que acompaña al pánico. Aquello era muy grave. Porque sin duda la madre Misericordia decía cosas gravísimas en su carta al duque de Lerma. ¿Y cómo decir al duque que he perdido esa carta? ¿Cómo atreverse ni siquiera á presentarse sin ella ante él? Y volvió á la rebusca; se palpó, y volvió á buscar.
Volviolos de pronto a don Santiago, sin atreverse a hacer a ninguno de los dos un a pregunta que se le escapaba de los labios; y como si la hubiera leído allí, dijo el pobre hombre: Nos queda un hijo solo... Eso sí: vale, por bueno y por gallardo, los nueve que le han precedido, por mucho que éstos valieran; pero por lo mismo que es solo y vale tanto, ¡qué miedos tan horribles de perderle!
Ellas eran hijas del caballero más ilustre del pueblo, por más que hubiesen venido a tanta pobreza, y él, plebeyo, y archiplebeyo por todos cuatro costados, y con menos bienes de fortuna que las pupilas de su tío, ¿cómo había de atreverse ni siquiera a imaginar que podría casarse con ninguna de las dos?
Quiero significar que no es a usted a quien le toca atreverse a desafiar, teniendo en vista el hecho de que, si no hubiera sido por la feliz circunstancia de haberme encontrado presente esa noche en el parque, hoy sería usted un asesino convicto. Al oír las últimas palabras, se contrajo aterrado.
Cristeta vaciló un punto, sin atreverse a responder categóricamente. Hasta entonces había puesto especial empeño en no afirmarlo. Tampoco en aquel instante quiso decirlo, y en vez de contestar de palabra, como si cediese a una languidez incontrastable, dejó caer el dulce peso de su cuerpo sobre el hombro de Juan, al mismo tiempo que decía: ¡Qué desgraciada soy! ¡Déjame, déjame!
El conocimiento de las propiedades de la embarcación y el juicio de los hombres experimentados sobre la fuerza de los vientos y demás accidentes, era en efecto de lo que se servían para calcular la marcha y á lo que hubo de acudir Cristóbal Colón al atreverse á penetrar en el Atlántico, perdiendo de vista por la popa las costas de las islas Canarias.
Fue oliéndolas una por una, pasándoles los dedos por las hojas sin atreverse a cortarlas; dábale mucha lástima pensar cómo se quedaría la mata, huérfana de su flor. A aquella hora apenas olían las rosas: era más bien un aroma general de humedad y frescura, que se elevaba del césped de las plantas, y del conjunto de árboles vecinos.
Durante el almuerzo, que fue largo y fastidioso, Fortunata siguió muy encogida, sin atreverse a hablar, o haciéndolo con mucha torpeza cuando no tenía más remedio. Temía no comer con bastante finura y revelar demasiado su escasa educación. El temor de parecer ordinaria era causa de que las palabras se detuvieran en sus labios en el momento de ser pronunciadas.
Un arzobispo, para poner coto al abuso y sin atreverse a romper abiertamente con la costumbre, dispuso que las antojadizas limeñas recabasen la licencia, no de la autoridad conventual, sino de la curia; pero como había que gastar en una hoja de papel sellado, y firmar solicitud, y volver al siguiente día por el decreto, empezaron a disminuir los antojos.
No obstante el remoto cruzamiento indígena que emergía en esta Vargas del Solar, encontraba Isidro en toda su persona una rancia distinción española, un aire de dama acostumbrada al respeto desde su nacimiento, y que, segura de su valía, puede atreverse a ser familiar en el trato y sencilla en sus gustos. «Esta doña Zobeida, medio india pensaba Maltrana , es una señora de Burgos que luego de vigilar las compras de su criada en el mercado entra en una librería para pedir un devocionario "bien cumplido"; una gran dama de Cuenca o de Teruel que por la tarde recibe su tertulia de canónigos y abogados viejos y toman juntos el chocolate, hablando de la corrupción del mundo.» Estos recuerdos evocaban en su memoria a la vieja España, que había dejado huellas imborrables allí donde había descansado sus pies, esparciendo las características de la personalidad nacional por todo el planeta, en las más diversas y apartadas regiones.
Palabra del Dia
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