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Actualizado: 21 de julio de 2025
¡Ah! ¡ah! esto es grave, gravísimo... dijo el rey ese don Rodrigo es demasiado voluntarioso y bien poco mirado... ¡atreverse á una dama tal como doña Clara, á quien sabe que tienen sus reyes en gran estimación y poco menos que como á una hija! ¡Una dama á quien ha dejado en nuestra servidumbre un buen caballero, que derrama su sangre en nuestro servicio, seguro de que la reina será para ella una madre... seguro de que bajo el amparo de la reina estará á cubierto de asechanzas!
Bien poco le quedaba que hacer a Leto en aquella escena que tanto le imponía desde lejos. Todo se lo daba hecho Nieves; todos los caminos le abría ella; y ¡con qué dulzura de mirar, con qué timbre de voz tan melodioso, con qué volubilidad tan espontánea y hechicera! Había que ser un leño para no atreverse, con aquel estímulo que le parecía sobre humano, a ser un poco sincero y expresivo también; y se atrevió a serlo. Dijo el por qué de no haber subido a Peleches en dos días. ¡
Fuera lloriqueaban los pequeños sin atreverse á entrar, como si les infundieran terror los lamentos de su madre; y junto á la cama estaba Batiste, absorto, apretando los puños, mordiéndose los labios, con la vista fija en aquel cuerpecito, al que tantas angustias y estremecimientos costaba soltar la vida.
El siguiente dia con todo el campo pasó el estrecho, no sin gran fatiga, porque el camino era áspero, los bagajes muchos; y los niños, mujeres y enfermos. Los Griegos, aunque advertidos del camino que llevaban los Catalanes, no pudieron, ó no osaron atreverse á impedilles el paso.
Calló al fin el majo y, sin atreverse á exigir respuesta, se alzó de la silla donde estaba, y salió de la estancia no poco triste y desengañado. Así anduvo varios días; pero la esperanza, que tarde ó nunca nos abandona, le hizo pensar al fin que lo que había hecho callar á Soledad fué la sorpresa en parte y en parte también el temor de ser burlada como otras veces.
De vez en cuando dirigía una mirada entre inquieta y compasiva a su amante, que se mantenía inmóvil y atento como un marino que contempla el cariz de la mar. Cuando no quedaron más que las cenizas negras, Clementina, que estaba en cuclillas, se alzó. Estuvo un momento indecisa sin atreverse a turbar la profunda distracción de Raimundo.
Al acabar de decir estas palabras, extinguiose su voz; Isabel le tendió la mano con ternura, y Fernando se apresuró a enjugar las lágrimas que no había podido contener. Entretanto, el señor Perico permanecía de pie con una pluma en la mano y sin atreverse a hablar. Juanita concluyó tranquilamente la lectura del contrato.
Porque él es incapaz de atreverse a tanto, verdaderamente, de por sí: la misma cortedad andando, eso es, y el respeto, ¡caray! y la gratitud... Es más: él me ha visto en las angustias de estos días, sí, señor, y me ha oído amontonar, eso es, conjeturas y supuestos; y nada, ni una palabra, ¡él, que es todo franqueza y sencillez!... Vamos, señor don Alejandro, que lo creo, eso es, pero que no me lo explico.
Si se hace cargo de la realidad, atiende a razones y promete enmienda, aún podemos vivir en paz: yo me mataré a trabajar. No te hagas ilusiones. En ese caso, tomar el dinero de la sustitución, pagar las pocas deudas y... Vaciló, sin atreverse a continuar. Habla, hombre, ¿qué más? Entregarte todo lo que me reste, y rogarte que te lleves a mi padre a casa de Engracia.
Los predicadores tronaban en el púlpito contra el entristecedor espectáculo del celibato involuntario, y uno de ellos llegó a decir que las hijas solteras que se quedan en el mundo son en él objeto de escándalo y un obstáculo a las buenas costumbres. ¿Cómo, después de esto, atreverse a permanecer solterona?
Palabra del Dia
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