United States or Rwanda ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y le arrastró con paternal solicitud, como si el millonario fuese el primer estandarte de la romería. Aresti quedó inmóvil, avergonzado de su arrebato. Pero en fin, lo hecho bien estaba, ya que no tenía remedio. Los empellones de la gente que huía le sacaron de su abstracción. Los jinetes de la guardia civil corrían al trote por la plaza, amenazando con sus sables.

La duquesa, que había cerrado de golpe la puerta, observaba a Novillo. Que no me vea así... tartamudeó Novillo, con soplo delgado y apenas perceptible. Entonces, la duquesa salió, cogió por un brazo a Felicita, la arrastró lejos, hasta una habitación vacía, le hizo sentar de golpe, y dijo: Usted se está quieta aquí. Mi puesto es a su cabecera, para recoger su postrer suspiro.

La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho. ¡Alves! gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano. ¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo.

Antonia contestó en el acto: Me siento tan cansada que si Magdalena quisiera sustituirme, yo muy a gusto descansaría un ratito. Brilló un rayo de alegría en la febril mirada de Magdalena, y como a la sazón se oyesen las primeras notas del vals, alzose de su asiento y asiendo con su mano nerviosa la de Amaury lo arrastró al centro del salón, en donde abundaban ya las parejas.

Llegó un momento en que el frío y el dolor le apretaron tanto, que se sintió casi desvanecido, creyó morir, y elevando el espíritu a la Virgen del Carmen, su protectora, exclamó con voz acongojada: «¡Madre mía, socórreme!» Y después de pronunciar estas palabras, se sintió un poco mejor y marchó, o más propiamente, se arrastró hasta la plaza de las Cortes: allí se arrimó a la columna de un farol, y, todavía bajo la impresión del socorro de la Virgen, comenzó a cantar el Ave María, de Gounod, una melodía a la cual siempre había tenido mucha afición.

Pero un nimio incidente, punzando su vanidad, lo arrastró de nuevo. El primer domingo, Nébel, como todo buen chico de pueblo, esperó en la esquina la salida de misa. Al fin, las últimas acaso, erguidas y mirando adelante, Lidia y su madre avanzaron por entre la fila de muchachos.

Hace cosa de tres o cuatro años tuve la infame curiosidad de ir al Campo de Guardias a presenciar la ejecución de dos reos. El afán de verlo todo y vivirlo todo, como dicen los krausistas, me arrastró hacia aquel sitio, venciendo una repugnancia que parecía invencible, y los serios escrúpulos de la conciencia. Por aquel tiempo pensaba dedicarme a la novela realista. Eran las siete de la mañana.

La succión oceánica le arrastró, á pesar de sus desesperados braceos. «¡Todo es inútil, voy á morir!», decía una mitad de su pensamiento. Y á la vez, el otro hemisferio mental evocaba con sintético relampagueo su vida entera.

Cecilia entonces arrastró al Duque con fuerza hacia uno de los divanes, y le dijo: Siéntese usted. El magnate la miró demudado, y preguntó: ¿Para qué? ¡Siéntese usted, le digo! pronunció con rabia la joven, y al mismo tiempo, poniéndole las manos sobre los hombros, le empujó hacia abajo. El Duque se sentó al fin.

En ese estado se arrastró por el suelo tanteando siempre los muebles: por último, puso la mano sobre un sofá, que ocupaba el espacio comprendido entre el balcón y la puerta que llevaba al cuarto de su hija y con una alegría íntima se incorporó, impulsó la puerta que Graciana al partir había dejado entornada y penetró a la habitación, loco, convulso, desatentado.