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Actualizado: 13 de junio de 2025


Al recibir la noticia de la muerte de su marido, quedose anonadada, embrutecida, sin poder pronunciar una palabra ni derramar una lágrima. Después fue presa de la fiebre, el delirio, y al cabo de quince días murió. Juan se encontraba solo en el mundo a los catorce años.

Y con saberlo el Conde, sabría su delito y su oprobio, y se presentaría como juez severo e irritado, y con una sola palabra de desprecio la mataría. La Condesa, atormentada por su conciencia a par que anonadada por el miedo que tenía al Conde, deseaba la muerte para descansar, y sin embargo, ansiaba vivir, y singularmente sobrevivir a su marido.

¡Oh! no sabes lo que quieres, y el estado en que te encuentras me espanta... ¿para qué te has engalanado de ese modo? ¿para qué te has puesto tan hermosa como un ángel?... ¡pobre niña! tu alma, tu corazón, tu vida, es ese hombre, ese hombre que no puede hacerte feliz; el solo hombre á quien has amado; ¡terrible Dios, que has dado al hombre amor y caridad, sangre y lágrimas, y no le has dado poder!... ¡mañana me pedirás cuenta de lo que yo haya destruído, arrastrado por mi desesperación, y no tendrás en cuenta mi amor hacia esta infeliz, mi rabia al ver que nada puede servirla, mi dolor al mirarla anonadada, muerta, apurando la hiel más amarga que has destinado para probar á las criaturas! ¡oh! ¡yo estoy loco! ¡mi cabeza se rompe! ¡mi corazón revienta! ¡Maldito sea ese hombre! ¡maldito! ¡maldito!

En un principio, Judit quedó anonadada por la lectura de esta carta. Pero luego, cobrando ánimo, consultó a su corazón, apeló a todas las energías, y contestó lo siguiente: * «Monseñor: »Me trata usted con mucha crueldad; y, no obstante, podría asegurar ante Dios que nada tengo de qué acusarme.

Lucía dejó pender ambos brazos sobre los del sillón; sus dedos, aflojándose, soltaron la copa, que rodó al suelo, quebrándose con cristalino retintín en el bronce del guardafuego. Riose la niña de la fractura, y, entreabiertos los ojos y clavados en el techo, se sintió anonadada, invadida por un sopor, un recogimiento profundo de todo su ser.

Bien se conoce que en tu casa falta una buena dirección á pesar de que mamá es casi una santa. Bien se ve que hay en tu familia hombres descarriados, como ese médico loco de las minas que ha hecho infeliz á su pobre mujer, y que entran allí gentes de todas clases que llevan con ellas la impiedad del siglo. La joven sentíase anonadada, reconociendo de pronto la inmensidad de su pecado.

En torno de él se agrupaban hasta una docena de músicos y cantores, cuyos sonidos y voces quedaban ahogados cada vez que desde lo alto los acompañaba el órgano. El sacerdote dirigía con un gesto de resignación, mientras la música perdíase, débil y anonadada, en la soledad de las naves gigantescas.

Para que su gran delito le sea perdonado, tendrá usted que hacer firmísimo propósito de enmienda y prometerme que nunca, nunca, con ningún motivo, dirá usted a Belarmino una palabra desabrida ni le mentará la hija, más que hija, aunque no lo sea de la carne que usted le ha hecho perder. Xuantipa salió, en efecto, anonadada, con el espanto metido en el cuerpo para lo que le restaba de vida.

Ella le interrogaba con los tristes ojos preñados de lágrimas; la Villasis dijo entonces moviendo lentamente la cabeza: Eres turco y no te creo... Elvira bajó anonadada la suya, porque le pareció que aquellas palabras derrumbaban de un golpe el castillo que allá en el fondo de su corazón levantaron antes la esperanza y el deseo.

Durante algunos segundos permaneció de pie, inmóvil, anonadada, trémula. ¡Pero Dios mío! ¿Qué es esto? exclamó con la voz temblorosa . ¿Dónde está la reina? ¿Dónde está su majestad? Y saliendo de su inacción, se precipitó de nuevo en la recámara de la reina. Ni en ésta, ni en el dormitorio, ni el oratorio había nadie.

Palabra del Dia

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