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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Maltrana se excusaba, algo contrariado de que por esta vez no le fuese posible alardear de una amistad. Apenas se había fijado en ella: ¡pchs! ¡la mujer de aquel borrachín director de orquesta!... Era algo arisca; huía de la gente; apenas se trataba con las otras damas de la compañía. Vivía para su hijo, un pequeñín de cabeza enorme, siempre agarrado de su mano.
El general y sus hijas se asoman a una de las ventanas de la comandancia; en la plaza, el subprefecto se pasea de un lado para el otro, agarrado al brazo del juez de paz. Media docena de chiquillos árabes medio desnudos juegan a las bochas en un rincón, gritando desaforadamente.
Pues bien; sí, es verdad dijo Cristóbal Cuero , pero Satanás os tiene tan bien agarrado, que no os soltará á tres tirones. En vos consiste recoger vuestro caudal, tener á vuestra mujer y á vuestra hija, ó que nos ahorquen á todos. Escoged. ¿Pero cómo puedo yo hacer...? dijo Montiño en el colmo de la desesperación. Decid que no tenéis queja alguna de vuestra esposa, de vuestra hija ni de nosotros.
Una de aquellas noches, estando a la reja con Gloria, en medio de nuestro cuchicheo íntimo y delicioso, soltó ésta un grito de terror que me dejó yerto, agarrado a la reja sin poder moverme. Había sentido una mano apoyarse en su hombro. Era la de su madre.
Miró la mojada cubierta y vio al compadre al pie del mástil, agarrado a él, pálido, pero con inalterable tranquilidad. Creí que nos ahogábamos, Antonio. ¡Hasta he tragado agua! ¡Maldito animal! Pero buenos golpes le has atizado. Ya verás como no tarda en salir a flote. ¿Y el chico? Esto lo preguntó el padre con inquietud, con zozobra, como si temiera la respuesta. No estaba sobre cubierta.
Don Juan ¡parece mentira que sea el hombre capaz de tal perversidad! aprovechó la ocasión, se acercó de puntillas a Cristeta, y arrojándose en sus brazos dijo en voz muy queda, casi, y sin casi, pegando los labios a la linda oreja de su amada: Perdóname, no sé lo que me hago. Lo grave fue que, en lugar de desasirse en seguida, siguió agarrado a ella.
Era Juanito quien la hablaba, su hijo mayor, un muchacho nacido en la misma tienda, que seguía agarrado a ella «sin servir para nada», como decía su madre, y sin querer ser otra cosa que comerciante. Estaba próximo a los treinta años.
Hemos triunfado en el campo, donde todavía se conservan las venerandas tradiciones de nuestros mayores; donde el médico, no contaminado por teorías extrañas, sangra buenamente a sus enfermos, igual que en tiempo de nuestros abuelos; donde el pobre se resigna a ser pobre como el rubio se resigna a ser rubio; donde el cura prohíbe que se baile el agarrado y que se lean los periódicos liberales, y donde se respeta el orden, la propiedad, el clero y la Guardia civil.
Es de advertir que éste era la persona más notable del pueblo, no solamente por su condición de comerciante, de hombre de pluma y de campanudo consejo, sino por estar agarrado a buenas aldabas, o séase por privar con gente de mucha soflama.
El viejo está allí hablando con madre prosiguió señalando un cuarto adyacente, que parecía ser una cocina, desde la cual la voz del viejo llegaba en tono de clemencia. Suéltame añadió el niño refunfuñando y dirigiéndose a Federico Bullen que le había agarrado envuelto en la manta y fingía quererle echar al fuego del hogar. ¡Déjame, maldito viejo loco! ¿oyes?
Palabra del Dia
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