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Actualizado: 14 de junio de 2025
Encendido en rabia, marcha en contra mía como pirámide ambulante, y reconociéndome por un mortal, furioso y despechado hiere el suelo con su planta, y trastorna la mitad de la Arabia. Me asalta y prende como el sacre a la paloma: con sus alas fulminantes me azota y me maltrata, me abrasa con su aliento de ascua, me lanza en el aire y me rechaza al suelo.
Es un ascua desnuda, atizada, flamígera, ígneo carbunclo, que lanza hacia lo alto dos rayos sublimes. El lectoral recuerda los dos cuernos de llama de Moisés; y resuenan, al pronto, en su memoria los versículos de la Escritura que dictan la ley elemental y el deber de castigar a los adoradores del becerro.
El almuerzo nos reanimó un poco, un almuerzo abundante y extraño, compuesto de carpas, truchas, jabalí, erizo, manteca Stanelí, vinos de Crescia, guayabas, bananas, manjares exóticos, cuyo conjunto semejaban a la naturaleza tan compleja que nos rodeaba... Estábamos a punto de levantarnos de la mesa, cuando de repente, por la puerta-ventana, cerrada para resguardarnos del calor del jardín hecho un ascua de fuego, oyéronse grandes gritos: ¡La langosta! ¡La langosta!
«Las hojas del arbol Calongay es medicinal para muchos padecimientos, especialmente para los que provienen de ayre como dolores de Barriga con ventocidad pues tomando de ellas lo necesario y después de piladas esprimir y en el sumo meter una purcion de sal hecho ascua y dando en seguida de tomar al paciente se sanará, Es un activo vegigatorio la corteza de este arbol, pues raspando y mesclando después un poco de sal, y calentar en el fuego y aplicar á la persona que quiere se le ampolle alguna parte del cuerpo no hay duda que se conseguirá el deseo.
Dimmesdale, su piadoso pastor espiritual, se aflige profundamente de que escándalo semejante haya sucedido en su congregación. Los magistrados son caballeros llenos de temor de Dios, pero en extremo misericordiosos, esto es la verdad, agregó una tercera matrona, ya entrada en la madurez de su otoño. Á lo menos deberían haber marcado con un hierro hecho ascua la frente de Ester Prynne.
Un criado del hotel anunció que esperaba abajo el carruaje con la cuadrilla. Era la hora. Se puso sobre la faja el chaleco de borlaje de oro, y encima de éste la chaquetilla, una pieza deslumbrante, de enormes realces, pesada cual una armadura y fulguradora de luz como un ascua. La seda color de tabaco sólo quedaba visible en la parte interna de los brazos y en dos triángulos de la espalda.
La venganza es pasión baja, innoble; el rencor, metido como un ascua en el alma, es un sentimiento producido por una ofensa a las mejores cualidades de nuestro espíritu. Y siendo éste bueno, será rencoroso, pero no vengativo, pues la propia idea de su figura moral, de su noble condición, le impedirá dar escape al rencor en venganza.
Era el comedor lo que se llama «un ascua de oro»; expresiva metáfora en que cabe cuanto el lector pueda imaginarse en profusión de luces sobre lámparas y candelabros de ricos y variados metales, vajillas estupendas, cristalería de inverosímil nitidez y ligereza, vasos de porcelanas valiosísimas cargados de raras flores; en fin, lo mejor entre lo más caro del profuso acopio de que se dio cuenta en otro lugar de este relato, y lo adquirido después a peso de oro, destacándose sobre fondos obscuros, salpicados de brillantes toques metálicos, e interrumpidos en cada puerta por los desmayados paños de las pesadas y ricas colgaduras.
Lucía bajó la frente y se le encendió la faz, como si un hierro hecho ascua le aproximasen. Al entrar en el hotel, la dueña se acercó a ellos; su sonrisa, avivada por la curiosidad, era aún más complaciente y obsequiosa que antes. Les explicó que había olvidado un requisito: preguntar el nombre del señor y de la señora y su país, para apuntarlo en la lista de viajeros.
Habia sobre una mesa dos velas encendidas, porque ya iba cerrando la noche: tendió el brazo el huésped y las apagó, y bastaron su rostro de ascua y sus ojos de azuladas llamas para dar luz al aposento.
Palabra del Dia
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