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Actualizado: 17 de junio de 2025


Íbamos a levantarnos de la mesa, cuando entreabrió la puerta Susana y metiendo la cabeza por la abertura, nos dijo con arrogancia: He hecho café; ¿lo traigo? Quién te ha mandado... comenzó mi tía. , dije interrumpiéndola con vehemencia, traelo en seguida. Yo la hubiera abrazado de buena gana por tan feliz idea; pero mi tía no compartía mi opinión.

11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora nos está más cerca nuestra salud que cuando creímos. 12 La noche ha pasado, y ha llegado el día; echemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz, 13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lechos y disoluciones, no en pendencias y envidia;

Levantarnos y salir por el medio de la callejuela, y luego por el centro de la calle real como almas que corre el diablo, para llegar casi sin resuello y temblando de miedo a nuestra casa, a referir lo sucedido, fue cosa de un santiamén, que asimismo nos pareció eterno.

Largas horas trascurrían sin hablarse y más de una vez tomaban asiento en la mesa conservando cada uno el libro que leía y al que servía de atril la copa o la botella que se tenía delante. Así había pasado la hora empleada en comer una tarde en que Ricardo rompió el silencio diciendo: ¡Vamos a levantarnos de la mesa roncos! Ustedes han dado en no hablar. Seguimos tu ejemplo.

El almuerzo nos reanimó un poco, un almuerzo abundante y extraño, compuesto de carpas, truchas, jabalí, erizo, manteca Stanelí, vinos de Crescia, guayabas, bananas, manjares exóticos, cuyo conjunto semejaban a la naturaleza tan compleja que nos rodeaba... Estábamos a punto de levantarnos de la mesa, cuando de repente, por la puerta-ventana, cerrada para resguardarnos del calor del jardín hecho un ascua de fuego, oyéronse grandes gritos: ¡La langosta! ¡La langosta!

Don Diego y yo nos vimos tan al cabo que, ya que para comer al cabo de un mes no hallábamos remedio, le buscamos para no levantarnos de mañana; y así, trazamos de decir que teníamos algún mal. No osamos decir calentura, porque no la teniendo era fácil de conocer el enredo. Dolor de cabeza u muelas era poco estorbo.

...Es un consuelo, , es un consuelo que Dios me haya dejado ver a mi hija casada con un pundonoroso militar... Bien que decir militar en España es decir pundonoroso... Porque el ejército es la escuela del honor, como dijo cierto filósofo... Levantar el ejército, honrar el ejército, es levantar, es honrar el honor de la nación... Levantar el ejército es levantar el poderío y la prosperidad del país... Levantar el ejército es colocarnos al nivel de las naciones más grandes de Europa... Levantar el ejército es vivir respetados por todo el mundo... Levantar el ejército es levantarnos nosotros mismos... Levantar el ejército...

Es mi apología por este largo preámbulo, mi sola excusa para escribir esta narración, el génesis de este verídico relato. En un momento, despejó el terreno de los objetos que estorbaban, y luego nos invitó a todos a levantarnos y examinarlo nuevamente. Hicímoslo con gravedad; nada notamos sino el asfaltado pavimento.

D. Juan de Butrón , en un libro de insufrible culteranismo sienta también el principio de que el gusto de una pintura, si con cordura lo recibiésemos, debía levantarnos al conocimiento del amor de Dios y enseñarnos el principio de que procedemos.

Palabra del Dia

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