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Además, yo no quiero que te me vayas a hacer monja o beata, y con la encerrona y ese carácter de ángel que Dios te ha dado, vendrías a parar en eso. Felizmente, hasta ahora, no te ha dado por ahí, pero puede darte, y entonces, ¿qué sería de tu madrecita? ¡Conque, al baile y a pescar novio! Otras exhortaciones, de buen fondo, pero disparatada forma le hacía, comiéndosela a besos.

Entonces ocurrió un incidente que no sólo suavizó mi humor, sino que hasta modificó sensiblemente mi juicio sobre nuestro primo. Hacía cuatro días que Roberto estaba en casa, cuando vino a buscarme de improviso y me dijo: Olguita, quisiera pedirte algo; ¿no vendrías a hacer un paseo a caballo conmigo? ¡Qué honor! repliqué.

He vacilado mucho antes de verte continuó . Temía tu cólera; estaba segura que en el primer momento te dejarías arrastrar por tu carácter, y me daba miedo la entrevista... Te he espiado desde que supe que estabas en Barcelona; he aguardado cerca de tu casa; muchas veces te he visto á la puerta de un café y he tomado la pluma para escribirte; pero temí que no acudieras al conocer mi letra, ó que despreciaras una carta de otra mano... Esta mañana, en la Rambla, no pude contenerme por más tiempo, y te envié á esa mujer, y he pasado unas horas crueles sospechando que no vendrías... Al fin te veo, y nada me importan tus violencias... ¡Gracias, muchas gracias por haber venido!

Vendrías conmigo valerosamente, y a los primeros pasos la escasez de dinero, la falta de consideración de las gentes, el escándalo que dejaríamos a nuestras espaldas, la pérdida de los intereses que estás defendiendo, se encargarían de demostrarnos nuestra locura.

Al cabo de un cuarto de hora se elevaron millares de chispas y el edificio se hundió. Sólo quedaron en pie los negros mojinetes. Volvió la comitiva a ponerse en marcha y continuó la ascensión por el sendero. En el momento de llegar a la explanada superior, oyose la voz agria de Hexe-Baizel que gritaba: ¿Eres , Catalina? ¡Ah! ¡Nunca hubiera creído que vendrías a verme a mi pobre tugurio!

Después, pasando sobre su frente la mano temblorosa como para concentrar sus pensamientos, se puso a hablar ligero con voz entrecortada: ¿Eres , Juan?... ¡ah! , yo sabía bien que serías quien me sacaría de este agujero... fuera de las tinieblas... tienes un brazo robusto... robusto... , , yo te esperaba... yo sabía que vendrías... ¡oh! ¡qué mal estaba, qué mal!... pero ya estás aquí... quita esa piedra... aquí, aquí, sobre mi pecho, sobre mi cabeza.

Pero te echarías al agua detrás de , ¿no es cierto, mi viejo?... Vendrías a hacerle compañía a tu nena en medio del mar, y nadaríamos juntos hasta que nos buscasen... Y si no nos buscaban, nos ahogaríamos juntos... ¡así!... ¡bien juntitos! Con la excitación del peligro se abrazaba a él fuertemente, tirando hacia afuera, como si en realidad desease caer de la ventana arrastrando a su amante.

Después, reuniendo con trabajo todas sus fuerzas, continúa: Yo sabía que vendrías... hace mucho tiempo, antes de recibir tu billete... y he reflexionado mil veces hasta sobre la menor palabra... que tenía que decirte. Pero es preciso que no me hagas perder la calma.