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Pero te echarías al agua detrás de , ¿no es cierto, mi viejo?... Vendrías a hacerle compañía a tu nena en medio del mar, y nadaríamos juntos hasta que nos buscasen... Y si no nos buscaban, nos ahogaríamos juntos... ¡así!... ¡bien juntitos! Con la excitación del peligro se abrazaba a él fuertemente, tirando hacia afuera, como si en realidad desease caer de la ventana arrastrando a su amante.

Llegó al fin Currita, la mona Jenny, con Jacobo Sabadell, el joven Telémaco; había tardado un poquillo, pero tenía la culpa el tío Frasquito... ¡Qué risa con el pobre posma! ¡Habíase olido, sin duda, que algo se fraguaba, y presentándose a almorzar con una cara de pregunta, con un aire de sospecha!... ¡Ella le había estado tomando el pelo todo el almuerzo, hasta que al fin, para quitárselo de encima, tuvo que armarle una emboscada, un guet-apens chistosísimo!... Díjole si quería acompañarla a dar una vuelta por el Retiro con Miss Buteffull y con los niños y le envió con estos al coche mientras ella se ponía el sombrero. ¡Pobre viejo!... En cuanto volvió la espalda, escapóse ella con Jacobo por la escalera de la servidumbre, y en el coche de este habíanse venido los dos solos, juntitos, como si fuesen un matrimonio. ¡Qué delicia!...

En aquellos largos días de verano, D. Francisco, que no podía leer ni trabajar ni ocuparse en nada, se hubiera aburrido de lo lindo, si no tuviese el recurso de jugar con su hija a revolver, ordenar y distribuir cosillas. «Ángel decía después de dormir su siesta , tráete las cajitas y nos entretendremos». Los dos en Gasparini, sin testigos, se pasaban toda la tarde sentados en el suelo, sacando los objetos y clasificándolos, para volver a guardarlos después con mucho cuidado. «Algunas de estas cosas servirán todavía decía el economista . Pongamos los huesos de albaricoque juntitos aquí.

Cuando diese a luz y él hallase medio de vivir, que lo hallaría pronto seguramente, entonces vendría a sacarla para siempre de casa y vivir juntitos hasta la muerte. Carlota se dejó convencer. La idea de causar el más insignificante daño al ser cuya aparición esperaba con impaciencia la llenaba de congoja. Quedaron, pues, en que él sólo se marcharía.

En el caballete de Currita, sobre el cuadro mismo que estaba pintando, colocó Paquito con sumo cuidado su obra maestra... Luego, riéndose como ángeles del cielo, con la agitación de las grandes expectaciones, con la candorosa confianza en el más santo de los cariños, corrieron presurosos a ocultarse entre los innumerables cachivaches, debajo de una papelera antigua de acero, ocultos por un gran tapiz, que tenía unas figuras muy largas, muy secas, muy feas: las tres Parcas... Veíase desde allí el caballete, destacándose en medio el monigote, y los dos niños, muy agazapados, muy juntitos, apretándose el uno contra el otro, contemplaban su obra.

Cenaron con relativo contento, y Almudena no cesaba de ponderar las delicias de irse juntitos a Jerusalén, pidiendo limosna por tierra y por mar, sin prisa, sin cuidados. Tardarían meses, medio año quizás; pero al fin darían con sus cuerpos en la Palestina, aunque la emprendiesen por la vía terrestre hasta Constantinopla. ¡Pues no había pocos países bonitos que recorrer!

El sargento la echaba piropos y el furriel de mi escuadra no la dejaba ni á sol ni á sombra. Pero ella prefería al gallego... El gallego era yo, ¿sabéis? Allí nos llaman gallegos á los de acá. Un domingo por la tarde salimos juntitos orilla del Guadalquivir por aquellos campos y merendamos en un ventorrillo, y yo me puse como una uva. ¡Vaya una tardecita aprovechá!

Como Teri se marchaba a París, él se fue también, y empezó lo que llamaba Fernando la mejor época de su existencia: una vida de concentración egoísta, una vida a dos, de ceguera y olvido para todo lo que estaba más allá de ellos, cortada por frecuentes viajes emprendidos al azar de una lectura o de un recuerdo histórico. «¡Qué hermoso besarnos entre las columnas del Partenón!» Y emprendían un viaje a Grecia. «¡Qué delicia ver el desierto, los dos juntitos, desde lo alto de las Pirámides!» Y salían para Egipto.

Pero de todos modos, él conocía muy bien la teoría de las banderillas; no le faltaba más que un poco de práctica. Mira; para ponerlas al cuarteo, se coloca uno así... con los pies juntitos. Se cita al animal... Hay que esperar que arranque, ¿entiendes? y marchar decidido a cortarle el terreno... Si el toro no baja la cabeza para tirar el derrote... nada... ¡Hay que andarse en esto con mucho ojo!

Pasaron los esposos una mala noche por aquella estepa, matando el frío muy juntitos bajo los pliegues de una sola manta, y por fin llegaron a Córdoba, donde descansaron y vieron la Mezquita, no bastándoles un día para ambas cosas. Ardían en deseos de verse en la sin par Sevilla... Otra vez al tren.