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Rumiando con amargura todo lo dicho, anduvo don Paco sin reparar el camino que llevaba, hasta que le sorprendió la noche, oscura como boca de lobo. Ni luna ni estrellas se veían en el cielo, cubierto de densas nubes. Llovía recio y relampagueaba y tronaba.

Se habló de lo pasado. «En rigor, siempre se habían querido; había algo que les unía a pesar suyo. Se tronaba porque la constancia es imposible y hastía al cabo; eran ridículas unas relaciones muy largas; esto lo habían aprendido los dos en Madrid. Los matrimonios deben aburrirse a los dos años, a más tardar; los arreglos pueden tirar algo más, poco».

El tono en que se dirigía a ella ya no era el humilde y cortesano del principio: corregíala a menudo en la manera de decir, señalábala las actitudes y el gesto que debía adoptar, y a veces, cuando la actriz no comprendía bien sus deseos, llegaba a dirigirla públicamente palabras severas y miradas más severas aún. Nuestro poeta tronaba y relampagueaba ya como amo y señor.

Había risas, violentas discusiones, ensayos vergonzantes de discursos. En un grupo se discutía el panteísmo, en otro la necesidad de rebajar el presupuesto de marina; más allá se narraba una aventura escandalosa, mientras cerca comentaban unos señores la última encíclica de Su Santidad. ¡Curioso! ¡curioso! ¡curio-sí-si-mo! En el centro de un grupo tronaba y relampagueaba el ilustre Pareja.

Esta mañana Cuando tocaba á vuelo la campana Y tronaba la salva del cañon, Sintió fuego patriótico en el alma Y cual hojas al tronco de la palma Su valerosa prole le rodeó. Sobre su calva é inspirada frente Relucía la chispa refulgente Que fijó con su dedo el Hacedor: Abrió sus ojos á la luz süave, Y arrojó una mirada dulce y grave A sus retoños, que en amor regó.

Todas las baterías francesas habían abierto el fuego. La montaña tronaba incesantemente: se sucedían los rugidos de los proyectiles; el horizonte, todavía silencioso, se iba erizando de negras columnas salomónicas. Los dos reconocieron que se estaba muy bien en este refugio, semejante á un palco de teatro... Alguien tocó en un hombro á Lacour.

Era de los que subían á su estudio en las tardes de invierno, atraídos por la caricia roja de la estufa y los vinos facilitados ocultamente por la madre. Tronaba el español ante la botella liberalmente renovada y la caja de cigarrillos abierta sobre la mesa, hablando de todo con autoridad. Una noche se quedó á dormir en un diván. No tenía domicilio fijo.

Aresti pensaba en la posibilidad de que desapareciese aquella riqueza origen de tantos males. ¿Para qué servían los tesoros de las minas? Se había embellecido exteriormente la población, tomando el aspecto de una capital: la grandeza de la industria moderna tronaba en la ría por las chimeneas de fábricas y buques; pero la vida era más triste que antes.

Su celebro folleto «A las señoras católicas», publicado en vísperas de unas elecciones, había dado que hablar hasta en el Congreso de los Diputados. Era un hombre de lucha que iba recto á su fin, atropellando las doctrinas religiosas para defender la religión. En su folleto tronaba contra el lujo de las mujeres y el dinero que desperdiciaban en la caridad.

Si le he de decir toda la verdad, le aseguro que durante la batalla, y hasta el momento en que el cañón tronaba contra nosotros, no he tenido miedo; de antemano estaba segura que no podíamos ser derrotados; ¡eso lo había visto yo hace mucho tiempo!...; pero ahora tengo miedo.