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La tierra, los establos, las vacas, los enseres de la casa y hasta los pucheros del lar, todo pasaba al instante por el esófago del escribano troglodita. Lo mismo acaecía con las herencias. Muriese testado ó intestado, todo paisano podía estar seguro de que una buena parte de su hacienda, cuando no toda, pasaría irremisiblemente al vientre de D. Casiano.

Así será, no hablemos más de esto; mira qué monada esa ratoncita... ¡allí!... ¿La ves?... bajo aquel clavel... ¿Sabes cuál es su nombre técnico? ¡Qué voy a saber! Troglodita. ¡Eso querría ser yo!... En ese momento se presentó en la puerta del cuarto Juancito, el pequeño peón de la caballeriza, y dijo: Buen día, don Melchor... ¿que si no van a ir?

Allá en el extremo de una mesa, á solas con una botella de jerez, libaba el néctar andaluz pausadamente sin tomar parte en la algazara. Hasta creyeron ver algunos que una lágrima se deslizaba de sus ojos y caía sobre la mesa. Miren ustedes el dorio exclamó el troglodita don Casiano. ¡Pues no está llorando! En mi vida he visto un hombre más gracioso.

Al llegar aquí la risa que retozaba en los labios de los próceres de la Pola desde el comienzo de la oración estalló en francas, sonoras carcajadas. Quien primero la dejó escapar fué el troglodita D. Casiano.

Vamos a la Exposición, a esta visita que se están haciendo las razas humanas. Vamos a ver en un mismo jardín los árboles de todos los pueblos de la tierra. A la orilla del río Sena, vamos a ver la historia de las casas, desde la cueva del hombre troglodita, en una grieta de la roca, hasta el palacio de granito y ónix.

Pues esa sociedad prosiguió D. Casiano, no sin sacudir antes con severidad su cabeza de troglodita tiene denunciados hace años dos cotos mineros en Laviana, uno en Tiraña y otro en la cuenca del río de Villoria... Y es el caso que ahora quiere empezar la explotación de este último ampliando la línea férrea de Carrio hasta Villoria... D. Casiano se detuvo.

Yo, que siempre guardé el comun decoro En las cosas dormidas y despiertas, Pues no soy Troglodita ni soy Moro; De par en par del alma abrí las puertas, Y dexé entrar al sueño por los ojos Con premisas de gloria y gusto ciertas. Gocé durmiendo quatro mil despojos, Que los conté sin que faltase alguno, De gustos que acudieron á manojos.

El juzgado comenzó á trabajar de lo lindo y los actuarios, particularmente el troglodita D. Casiano, se quedaban entre las uñas no sólo con las quincenas de los hijos sino también con las vacas de los padres. Sólo un vecino de la parroquia de Entralgo tocó las dulzuras de la invasión minera sin percibir el amargor, recogió las flores sin pincharse con las espinas.