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¡Consejos!... que no se cumplen le interrumpió a Lorenzo don Casiano, agregando: y, ¿qué van a tomar los señores?... ¿Querrán leche recién ordeñada?... ¿o un matecito?... Usted estaba «mateando», don Casiano le dijo Melchor. Seguiremos... si ustedes gustan contestó levantándose y aproximándose a una ventana, en la que, alzando la voz, dijo: Pampita, trae mate, hijita.

¡De tal modo era intensa la esplendorosa irradiación de la «Pampita»...! Parece que está pesado el camino dijo Lorenzo. Este pedazo está feo le contestó Baldomero, antes sabía haber un pantano aquí; pero don Casiano lo está arreglando.

El juzgado comenzó á trabajar de lo lindo y los actuarios, particularmente el troglodita D. Casiano, se quedaban entre las uñas no sólo con las quincenas de los hijos sino también con las vacas de los padres. Sólo un vecino de la parroquia de Entralgo tocó las dulzuras de la invasión minera sin percibir el amargor, recogió las flores sin pincharse con las espinas.

D. Félix se detuvo repentinamente delante de él y tomándole por la solapa y sacudiéndole le gritó con frenesí: ¿Sabe usted lo que le digo?... ¡Que antes que un hidepu.. de esos ponga un pie en Cerezangos le meto quince balas de plomo en la cabeza! Si algún cetáceo supo alguna vez lo que era el miedo, fué D. Casiano en aquella ocasión. Los hidalgos. Aunque se sentó á la mesa no pudo comer.

Harás perfectamente. ¿Y por qué no completa la obra, don Melchor? ¿Cómo?... «Corriéndose» hasta el pueblo... y trayendo «alguien»... que sepa tocar el piano... para que lo acompañe a don Ricardo... ¿Y a quién podría traer? preguntó éste, ¿o hay pianistas que se «alquilen»? De eso no ... yo conozco poco en el pueblo... ¿sabe quién le puede informar? es don Casiano...

La chacra de don Casiano Contreras, situada en el límite del ejido, tenía excepcional fama en el pago y de tal modo imperaba su prestigioso atractivo que hasta los mismos caballos al dirigirse hacia ella, parecían que trotaban con más firme y decidido empuje; pero, ¿qué raro?... si era fama que los pájaros más cantores la preferían para sus nidos, que las rosas se ponían en ella más rosadas y las violetas más humildes y los sauces más llorones, y los álamos más rectos. ¡Y que hasta los malevos, cuando pasaban de largo por sus tranqueras, sentían ansias de hacerse buenos!

¡Queda lejos! ¿No quiere ir más bien a tomar un mate con don Casiano?... Así estos señores conocerán algo bueno... ¡Viera cómo se ha puesto la Pampita! ¡Cómo no! ¡vamos! A lo de don Casiano... ¡ché, Hipólito! Este, que se encontraba en su puesto esperando órdenes, volvió la cabeza y preguntó: ¿Aquí a la casa? No, a la chacra... están en la chacra...

Arrastraba una plataforma engalanada donde se acomodaban los conspicuos de la Pola, el alcalde, el recaudador, el joven Antero, el farmacéutico Teruel; el médico D. Nicolás, D. Casiano el actuario, dos ingenieros, el químico belga y el personal administrativo de la empresa.

Pampita, ¿y no comemos? le preguntó don Casiano, interrumpiendo aquel soliloquio, cuya causa podía estar y no estar en la casual línea de luz del horizonte. , tata; ya mandé sacar repuso, dirigiéndose hacia el comedor, seguida de su padre. Camino del pueblo iba, entretanto, el break a largo trote, hablándose en él del tema obligado: la «Pampita».

Claro está, y según parece lo que don Casiano se proponía era poner a su hija a cubierto de las influencias del medio en que debía vivir, exactamente: lo has dicho. En eso yo no entro dijo Baldomero, pero que la Pampita es una muchacha decente... ¿eso?... ¡por donde la busquen!... Y póngala a la prueba, don Lorenzo. ¡Si yo no lo pongo en duda!