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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Pues esa sociedad prosiguió D. Casiano, no sin sacudir antes con severidad su cabeza de troglodita tiene denunciados hace años dos cotos mineros en Laviana, uno en Tiraña y otro en la cuenca del río de Villoria... Y es el caso que ahora quiere empezar la explotación de este último ampliando la línea férrea de Carrio hasta Villoria... D. Casiano se detuvo.

Descendieron los paseantes y luego de efusivas demostraciones les dijo don Casiano: Pasen... pasen, caballeros... aquí está más fresco... tomen asiento. Qué hermosa chacra tiene usted, señor dijo Lorenzo, qué hermosos árboles. , señor, si algo vale es por eso... tiene árboles hechos ya... la chacrita vale por vieja, señor, al revés de las personas.

Yo he pensado siempre lo contrario, señor; los hombres jóvenes si valen es por lo que prometen para cuando sean viejos. Pero los viejos no prometen nada, señor, y en la vida hay que prometer siempre... para valer algo... ¡aunque después no se de nada! contestó don Casiano, riéndose. Es que ellos han dado y siguen dando.

El actuario D. Casiano se levantó de su silla y le apretó contra su vientre de tal modo que el ingeniero decía más adelante que por un momento se creyó dentro de él como Jonás dentro de la ballena. ¡Y sin embargo, D. Casiano se comía con rematado placer media borona migada en leche! Pero se guardó bien de confesar esta flaqueza.

¡Confiesa, Ricardo, que la Pampita te quita el sueño! Algo hay de eso... en realidad. Me interesaría volver a hablar con ella... ¡qué demonio de muchacha!... ¡es tan linda!... ¡y tan educadita!... En eso, dificulto dijo Baldomero que haya otra igual... ¡porque miren que don Casiano le ha puesto maestras!... Y de las mejores que pudo traer de Buenos Aires... ¡, señor!

Si a veces sabían decirle que la iba a enfermar con tanto estudio porque la pobrecita se pasaba los días con los libros... y «meta» piano de sol a sol. Es un caso curioso, como pocos; porque don Casiano no es un hombre ilustrado, ¿no? ¿Qué se habrá propuesto con la Pampita?

¡Es lo que te recomiendo siempre!... ¡pero no lo necesita!... ¡No saben ustedes lo que vale esta prenda! ¡Cállese, le digo! Don Casiano, que con Melchor llegaba a reunirse con el grupo de la Pampita, dijo a ésta: ¿Y ésas son las flores que les has juntado? No quisieron más, tata. ¡Gran cosa! Es suficiente, señor. Apurémonos dijo Melchor que la noche se viene.

Sin embargo, este D. Casiano, cuando se encerraba en el cuartucho polvoriento y fementido que le servía de despacho y se colocaba delante de su mesa atestada de expedientes, no resultaba un hombre primitivo, sino bien refinado.

Torcé a la derecha, Hipólito gritó don Casiano, ¡por ahí!... ¡detrás de las casuarinas!... es más liviano. Así lo hizo el cochero tomando el nuevo camino que se le indicaba y que acababa de trazar don Casiano, para facilitar el acceso a la casa edificada en la cumbre de una pequeña lomada.

Al llegar aquí la risa que retozaba en los labios de los próceres de la Pola desde el comienzo de la oración estalló en francas, sonoras carcajadas. Quien primero la dejó escapar fué el troglodita D. Casiano.

Palabra del Dia

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