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En la estancia de Pehuajó, Juanillo se pasó días enteros observando las dos parejas de domésticos cisnes que poblaban, con varios gansos, un diminuto estanque bordeado de llorones sauces. Como siempre les llevaba migas de pan en el bolsillo, los cisnes, y hasta los gansos, llegaron a conocerlo y a seguirlo.

Y en cuanto a los chiquillos, será más notable la diferencia, porque los que tenga, si los tengo, como espero y deseo, no han de ser impecables y celestiales como los imaginados, sino llorones, traviesos, sucios y tercos, y me han de armar al día mil perreras, y han de tener entre ellos mil cachetinas; todo lo cual me hará no quererlos tanto.

Mirábase al espejo por las mañanas, y en aquella consulta infalible notaba fláccidas y amarillentas sus mejillas, antes lozanas; la frente se apergaminaba, y tenía los ojos enrojecidos y llorones.

Durante más de medio siglo, las Delicias constituyeron el orgullo de los sevillanos, que fuera de los paseos del interior de la ciudad, no tenían jardines tan amenos y lugar tan agradable para solazarse como aquel; mas la moda se inclinó al inmediato paseo de la orilla del río, y entonces la concurrencia acudió allí á ver y ser vista dejando poco á poco la obligación que antes se había impuesto de transitar por las enarenadas calles y bajo los llorones, naranjos y limoneros de las Delicias.

Item, se da por aviso particular que si alguna madre tuviere hijos pequeñuelos, traviesos y llorones, los pueda amenazar y espantar con el coco, diciendoles: guardaos, niños, que viene el poeta fulano, que os echará con sus malos versos en la sima de Cabra, ò en el pozo Airon.

A cada paso islas tan primorosas, tan pintorescas que, salvo el calor y las plagas, hacían pensar en los archipiélagos del Mediterráneo; hileras interminables de sauces llorones, bordando las playas del rio y los suaves declives de las islas; caños oscuros, sombríos, saliendo misteriosamente de entre la selva y trayendo sus aguas sin corriente de las lagunas lejanas, donde moran la fiebre, las fieras y las serpientes venenosas y enormes á la sombra de una vegetacion exuberante y bravía; playas reverberantes, cuajadas de caimanes durmiendo bajo el ala de un viento abrasado, en cuyas orillas se amontonan las garzas de lindísimos colores, ó vaga el grullon persiguiendo á los peces descuidados, y cuyas arenas quemadoras se dan á veces sus terribles combates el jaguar, tirano de la selva, y el monstruoso dragon de los rios colombianos.

Salió del paseo y se metió en los sauzales del río: allí estaba más a gusto, más solo, y podía llevar a cabo su propósito sin dificultad, porque en aquel paraje no lucía el sol: arriba, el dosel tupido de los sauces llorones; delante, el río, desenvolviendo sus aguas turbias; detrás, la ciudad, con sus ronquidos de gigante.

Imagínate que en la extremidad del jardín inglés sobre el cual da su salón y su tocador, hay una cascada, a decir verdad, poco ruidosa, pero cuyo sordo murmullo resulta un poco molesto. En los bordes del pequeño estanque que forma la cascada al caer, han sido plantados unos cuantos sauces llorones, árbol que odia la señorita de Valency.

Después, la exposición de todo el departamento es al sol naciente, cuyos primeros rayos van, a pesar de todos los obstáculos, a posarse todas las mañanas sobre sus párpados aún somnolientos. ¡Figúrate la impresión que me ha producido una mujer que no ama el sol naciente, ni el follaje de los sauces llorones, ni el rumor del agua lejana, y que, además, lee a Condillac o quiere hacerlo ver!

Y allí, entre los mustios llorones, en un mísera fosa recién abierta en el suelo, desapareció del mundo para siempre, bajo una capa de tierra que pronto volvería a cubrir la nieve, un hombre que había sido hasta aquel día el patriarca, el señor, el rey indiscutido e indiscutible de todo el valle. Muchos años hacía que el caserón de los Ruiz de Bejos no se había visto en otra como aquélla.