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¿Qué decir a aquel desgraciado que me contaba cómo, a media noche y con la mula casi en hombros, pues ni aún cabestrear quería, había llegado a Bodegas? La vista de mi maleta, abierta por mi descuido y de la que no faltaba ni un papel ni un peso, me predispuso, por otra parte, a la clemencia. Sólo a la tarde llegaron la familia Tanco y los señores Cuervo.

V. más abajo las noticias que damos sobre Juan de Malara y los poetas sevillanos de su tiempo, y en el artículo de López Pinciano la de las tragedias de Eurípides, representadas en Madrid á fines del siglo. Se ha dudado si llegaron á imprimirse. Es falsa la noticia que se ha dado, de que, en la biblioteca de D. Agustín Durán existiera un ejemplar antiguo de las tragedias de Vasco Díaz Tanco.

Además, al llegar al bonito Hotel del Valle, del único que tenía buenos recuerdos de todos los de la ruta, vi en la puerta a las señoritas Tanco que también iban a Europa. Ante la perspectiva de una buena noche en agradable compañía, renuncié a mi inútil y quijotesco propósito de llegar a Honda en el mismo día. Mi compañero, que iba a reunirse con su familia, insistió y siguió viaje.

El señor Tanco sonreía y me recordaba que en su juventud salir a la costa era una cuestión mucho más grave que hoy. En vez del vapor que íbamos a encontrar en Honda, había que meterse bajo el toldo de paja de un champan, toldo de media vara de alto, que sólo permitía la posición horizontal.

Los postres servidos, todo el mundo saltaba por dejar la mesa. ¡Y los recibos donde Vengoechea, Restrepo, Tanco, Koppel, Soffia, Mier, Samper!, etc. He dicho ya la afición inmensa que hay en Bogotá por la música. No hay casi una niña que no toque bien el piano, y recuerdo entre ellas a dos de la naturaleza más profundamente artística que he encontrado en mi vida.

Teresa Tanco, mi simpática compañera del Magdalena, si le repito en estas páginas lo que tantas veces leyó en mis ojos, esto es, que tienen razón los bogotanos de estar orgullosos de ella por su espíritu, la altura de su carácter y su talento musical incomparable?

Un "asalto". Las mujeres americanas. Las bogotanas. "Donde" el Sr. Suárez. La Música. Las señoritas, de Caicedo Rojas y de Tanco. El "bambuco". Carácter del pueblo. El duelo en América. Encuentros a mano armada. Lances de muerte. Virilidad. Ricardo Becerra y Carlos Holguín. Una respuesta de Holguín. Resumen. Así son también las ideas que se forman.

Sentada al piano, moviendo el arco de su violín, haciendo gemir un oboe o las cuerdas del arpa o el tiple, cantando «bambucos» con su voz delicada y justa, componiendo trozos como el Alba, que es una perla, siempre está en la región superior del arte. No conoce la poesía sencilla e íntima de nuestra naturaleza americana aquel que no ha oído cantar a dúo un «bambuco» colombiano a las Stas. Tanco.

El diálogo de Oliva, cuando no traduce con fidelidad, peca por sus metáforas y ampulosidad, ya de moda en este tiempo, como se observa en las imitaciones de La Celestina. Tragedias de Vasco Díaz Tanco. Comedias de Jaime de Huete, Agustín de Ortiz, Juan Pastor y Cristóbal de Castillejo. Lope de Rueda. Disposición externa del teatro á mediados del siglo XVI. Alonso de la Vega.

Comedia más antigua en tres actos ó jornadas de Francisco de Avendaño. Luis de Miranda. Nada sabemos de la senda que siguió Vasco Díaz Tanco, de Fregenal, en Extremadura, que compuso en 1520 las tragedias de Absalón, Ammon y Jonathás, no habiéndonos sido posible leerlas, á pesar de nuestros esfuerzos y preguntas á los literatos que debieran conocerlas .