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La lógica llana y vulgar del viejo había desvanecido su ensueño. Aquel hombre, había sido el Sancho rústico y malicioso que aconsejaba a su quijotesco padre, y ahora seguía su misión cerca del hijo. Recordaba de un golpe toda la historia de Leonora, las francas confidencias de su época de pura amistad, cuando se lo contaba todo para impedir que la siguiese deseando.

Ved cómo cabalga en la alta rama, y atrevida mira cara á cara al olmo corpulento, al castaño de mil flores y al quijotesco eucaliptus. Por el suelo rastrea muchedumbre de pajes y espoliques, alelíes, espuelas de caballero, gentezuela menuda que vive de la adulación, á la sombra de los grandes señores, y el bíblico lirio, vestido siempre de Nazareno.

Creo que esta noche se le podrá ver dijo Valiente porque a las diez se verificará, según he oído, entre lord Gray y D. Pedro del Congosto una especie de desafío quijotesco con que espera reírse mucho la gente.

Aquel plegarse a todos los oficios íntimos de alcoba, a todas las complicaciones del capricho de la enferma, de las voluptuosidades tristes y tiernas de la convalecencia, parecían en Bonifacio, por lo que toca al aspecto material, no las aptitudes naturales de un hermafrodita beato o cominero, sino la romántica exageración de un amor quijotesco, aplicado a las menudencias de la intimidad conyugal.

Además, al llegar al bonito Hotel del Valle, del único que tenía buenos recuerdos de todos los de la ruta, vi en la puerta a las señoritas Tanco que también iban a Europa. Ante la perspectiva de una buena noche en agradable compañía, renuncié a mi inútil y quijotesco propósito de llegar a Honda en el mismo día. Mi compañero, que iba a reunirse con su familia, insistió y siguió viaje.

Al propio tiempo se desbordaba en el alma del desdichado joven un sentimiento quijotesco de la justicia, no tal como la estiman las leyes y los hombres, sino como se ofrece a nuestro espíritu, directamente emanada de la esencia divina. «Esto lo tolera y aun lo aplaude la sociedad... Luego, es una sociedad que no tiene vergüenza. ¿Y qué defensa hay contra esto?

Pez era de los amigos más constantes en aquella tribulación de la honrada familia. Una tarde que pudo hablar a solas con Rosalía en Gasparini, esta le dijo: «Entramos ahora en una época de dificultades, de la cual no cómo vamos a salir». A lo que D. Manuel contestó con un arranque quijotesco, ofreciéndose a ayudarla en todas aquellas dificultades, de cualquier clase que fuesen.