United States or Taiwan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Samper, más desesperado aún por el retraso del viaje que por la vergüenza sufrida, se había desbordado en palabras de indignación. Los presentes compartíanla con él y censuraban acremente a Tristán, a quien García no osaba apenas defender. El desgraciado agente, sin ir a su casa, tomó otra vez el tren. Pocos días después un hombre enlutado se presentó en casa de Tristán. Era Samper.

En efecto, Samper había salido aquella misma noche de Madrid para Santander. Había llegado turbado a casa diciendo que tenía a su padre muriendo, metió apresuradamente alguna ropa en la maleta y había partido. Tristán quedó sofocado de indignación. Comprendió que todo aquello no era más que una comedia.

Los postres servidos, todo el mundo saltaba por dejar la mesa. ¡Y los recibos donde Vengoechea, Restrepo, Tanco, Koppel, Soffia, Mier, Samper!, etc. He dicho ya la afición inmensa que hay en Bogotá por la música. No hay casi una niña que no toque bien el piano, y recuerdo entre ellas a dos de la naturaleza más profundamente artística que he encontrado en mi vida.

La lectura debía constituir el mosaico. ¡Samper mandó cuatro, disminuyendo una sílaba en cada uno!... Puede Colombia a justo título estar orgullosa de dos hombres, jóvenes aún, pero cuya reputación de sabios y profundos literatos ha salvado los mares y extendídose en la península española.

Siento muchísimo habérselo proporcionado replicó Samper con sonrisa sarcástica . No deje usted de decírselo de mi parte y de darle las gracias igualmente por haber impedido que abrazase por última vez a mi padre y le cerrase los ojos... Aquí la voz se le anudó en la garganta al pobre hombre y rompió a sollozar.

Pero antes que llegase recibió el paquete de los nuevos títulos comprados que le enviaba un banquero amigo de Samper a quien éste los había dejado con tal objeto. Tristán quedó estupefacto y aterrado de su precipitación.

Habla de la facilidad peligrosa del numen poético en los colombianos; se ocupa de don Diego Pombo, de Gutiérrez, González, de Diego Fallon, de José M. Marroquín, de Ricardo Carrasquilla, de José M. Samper, de Miguel A. Caro, y por último, de Rufino Cuervo. Tal es el contenido de ese capítulo, interesantísimo, sin duda, pero incompleto y demasiado a vuelo de pájaro.

Entonces acometiole de pronto la sospecha de que se hubiese fugado con el dinero. Apenas nacida esta sospecha se fue enseñoreando rápidamente de su espíritu. Samper no era rico y treinta mil pesetas pudieran haberle seducido. Aguardó todavía algún tiempo y al cabo se lanzó a la calle dirigiéndose a paso largo hacia la casa de huéspedes en que aquél habitaba.

Va a dar una lección de inglés; hay que comer y el tiempo es oro. ¿Quién tiene la palabra, o más bien dicho, quién continúa con la palabra en el seno de aquel grupo? Es José María Samper, que está hablando un volumen, lo que no impide que escriba otro apenas entre en su casa.

Por la mañana le había entregado Tristán los títulos con el objeto de negociarlos en la Bolsa por la tarde, y quedaron en verse aquella misma noche en el café a primera hora para que le diese cuenta de la operación. Tristán acudió puntual, pero Samper no pareció por allí. Aguardole media hora, una hora, hora y media. Nada.