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21 Y convocaréis en este mismo día; os será santa convocación; ninguna obra servil haréis; estatuto perpetuo en todas vuestras habitaciones por vuestras edades. 22 Y cuando segareis la mies de vuestra tierra, no acabarás de segar el rincón de tu campo, ni espigarás tu siega; para el pobre, y para el extranjero la dejarás. Yo [soy] el SE

Como se aproximaba la noche y nada tenía resuelto, fue a pedir consejo al viejo de la barraca inmediata, un carcamal que sólo servía para segar brozas en las sendas, pero de quien se decía que en la juventud había puesto más de dos a pudrir tierra. Le escuchó el viejo con los ojos fijos en el grueso cigarro que liaban sus manos temblorosas cubiertas de caspa.

También advertimos gran abandono en los primeros campos de pan que se ofrecieron a nuestra vista, y en algunos sitios las mujeres se ocupaban en segar a toda prisa los trigos todavía lejos de sazón. Cerca de Guarromán vimos grandes sementeras quemadas, señal de que había comenzado allí su oficio la horrible tea del invasor.

No sucedió lo mismo con la col de Bruselas, pues ha gustado tanto que no se cansan de alabar su finura y agradable sabor; pero como no se aprovechan de ella mas que los repollitos que nacen en el tronco, dicen que para comer algo es necesario segar un cuadro entero. En esto me parece que no dejan de tener razón. Es una legumbre muy rica, pero cara. No tengo más que decirte por hoy.

Y silbando fagina y después retreta llegó hasta el prado, dejó la macona en el suelo y se puso á segar el verde. Pronto se le olvidó el caso de Demetria y volvieron á su imaginación las dulces memorias del país donde florecen los naranjos. Una soleá muy gitana se le escapó de la garganta. Y como allí no podía oirle su abuela, cantó con todo el aliento de sus pulmones.

Y no solo á vencernos se despiertan Los que havemos vencido veces tantas, Que tambien Españoles se conciertan Con ellos á segar nuestras gargantas. Tan gran maldad los cielos no consientan; Con rayos hieran las ligeras plantas Que se mueven en daño del amigo, Favoreciendo al perfido enemigo.

38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. 40 Viniendo pues los samaritanos a él, le rogaron que se quedase allí; y permaneció allí dos días. 41 Y creyeron muchos más por la palabra de él.

Pero ¿es que no sabes na de las cosas del ofisio? ¿Es que vienes de segar?... Corría en Madrid, toros de Miura, y me pones el traje rojo, el mismo que llevaba el pobre Manuel el Espartero... ¡Ni que fueras mi enemigo, so sinvergüensa! ¡Paece como que deseas mi muerte, malaje!

El rostro impasible de Primitivo no revelaba rencor ni enojo. Con su laconismo y seriedad habituales, hablaba del tiempo desapacible y metido en agua, que casi no había consentido majar, ni segar el maíz, ni vendimiar como Dios manda, ni cumplir en paz ninguna de las grandes faenas agrícolas.

14 Y miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del hombre, que tenía en su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz aguda. 15 Y otro ángel salió del templo, clamando con alta voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar te es venida, porque la mies de la tierra está seca.