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Eran ya las ocho de la noche, y despues de haber tenido un felicísimo viaje, nos hallábamos á poca distancia de Paris cuando de repente advertimos que el tren se habia detenido. Despues de aguardar un cuarto de hora sin preguntar la causa, porque suponíamos que instantáneamente comenzaria de nuevo su marcha, y viendo que continuábamos en el mismo sitio, nos decidimos á preguntar la razon.

En esta coronacion advertimos ya, que doce ciudadanos llevaban un palio sobre el Rey, el cual llegó á las cuatro á la ALJAFERÍA. La comida fué suntuosa, y delante de cada servicio venia un juego ingenioso, refiriéndonos Alvar Garcia tan solo el 1.º que consistia en un grifo dorado tan grande, segun dice, como un rocin que traia una corona de oro al pescuezo, é iba todavia echando fuego y haciendo lugar entre las gentes.

Levantámonos, y arrimándonos a una esquina en son de empinarnos para ver algo, nos rascamos. ¿Qué diré del mentir? Jamás se halla verdad en nuestra boca. Encajamos duques y condes en las conversaciones, unos por amigos, otros por deudos, y advertimos que los tales señores, o están muertos o muy lejos.

Tambien advertimos en la relacion que el mismo Alvar Garcia hace de la coronacion de Fernando I, que se hace mencion del palacio de las Jarras. Observamos por los trozos que he transcrito de estas relaciones, que habia patios como los hay ahora en la ALJAFERÍA, pero á pesar de todo, ¿cómo es posible saber con puntualidad su antiguo estado?

A la luz pálida del alba se veía el cadáver de Zaldumbide, colgado de una verga, balanceándose con los movimientos del barco. Se lo advertimos al teniente y a Nissen, y éste, con su habitual laconismo, nos dijo: Las llaves, las llaves. Es verdad repuso el teniente ; hay que registrarle, a ver si tiene el llavero. Ninguno de los otros vascos se atrevía, y fui yo.

Pero dirigiendo alternativamente nuestras miradas del Guadalquivir al Tigris, de la magestuosa Córdoba á la risueña Bagdad, advertimos en los dos colosos genio idéntico y temperamentos diversos.

Atravesando el rio tenemos ahora en frente á Guadalcázar, antigua Carbulo, donde hoy no advertimos mas objeto digno de atencion que un palacio medio arruinado.

Así ha pasado todo este tiempo; pero desde que volvió Pablo, mi sobrina ha perdido enteramente la tranquilidad: el día en que supo que estaba aquí, todos advertimos su turbación aunque no sabíamos bien si era la alegría, o el susto, o la sorpresa lo que la había puesto así.

Pero, mujer, ¿no te advertimos Aguado y yo?... Aguado hablaba de perder la criatura, no de perderme yo. ¡Dios mío! Yo no me muevo; pariré aquí, en esta aldea... me moriré aquí... Yo no doy un paso más.... Costó gran trabajo meterla en el coche.

También advertimos gran abandono en los primeros campos de pan que se ofrecieron a nuestra vista, y en algunos sitios las mujeres se ocupaban en segar a toda prisa los trigos todavía lejos de sazón. Cerca de Guarromán vimos grandes sementeras quemadas, señal de que había comenzado allí su oficio la horrible tea del invasor.