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Mérida, Trujillo y otras poblaciones de la parte occidental fueron declarándose por el invasor, que se disponia á proseguir su marcha; y en tan tristes circunstancias la idea de la dictadura vino á apoderarse del ánimo de los leales.

, yo no soy militar, y los años van apagando el poco fuego de mi sangre, pero así como me dejaría hacer pedazos por defender la integridad de España contra un invasor etrangero ó contra las veleidades injustificadas de sus provincias, así tambien le aseguro á usted que me pondría del lado de los filipinos oprimidos, ¡porque antes prefiero sucumbir por los derechos hollados de la humanidad que triunfar con los intereses egoistas de una nacion aun cuando esta nacion se llamase como se llama España!...

Poco a poco, sin gran calor, pero con perenne ternura, me saturé de aquellas reminiscencias, el solo atractivo casi vivo que de ella me quedaba, y aun no habían pasado quince días desde la partida de Magdalena cuando aquel recuerdo invasor no se apartaba de mi mente ni un instante. Una tarde subí al cuarto de Oliverio y, como siempre, pasé por delante del de Magdalena.

Hasta en la temporada en que la naturaleza se muestra más avara de sus riquezas, el arroyo nos encanta por su nuevo aspecto. Durante los grandes fríos, los hombres que mejor resisten las bajas temperaturas, pueden asistir á presenciar la lucha conmovedora que se verifica entre el hielo invasor y el agua que queda líquida.

La otra era un fauno obeso; su voz gruesa, su pescuezo corto, su pecho invasor, un bozo recio, que ya era bigote casi, hacían de ella un ser híbrido, en el que los dos sexos se confundían. Estaba esa noche verdaderamente constelada de diamantes, desde la cabeza hasta los dedos, y como los tenía, y muy buenos, uno de sus orgullos era colgárselos para exhibirlos.

El enemigo iba sobre sus huellas, y la orden era de andar y no combatir, librándose por ligereza de pies de los movimientos envolventes intentados por el invasor. Los jefes adivinaban el estado de ánimo de sus hombres.

Así como el famoso milímetro de Rhaudhá marca en Egipto las crecientes del desbordado rio que le hace fecundo, así la gran mezquita de Córdoba señala en Andalucía los progresos del arte arábigo invasor.

Todos nos hemos mostrado grandes y altivos frente al invasor; todos hemos sido héroes con el heroísmo del que se sacrifica, más poderoso mil veces que el heroísmo que vence. Aquí tuvo que detenerse, ahogada su voz por el estrépito de una ovación inmensa.

Era imposible no reconocer desde luego á Eduardo III, el invasor de Francia y conquistador de la Normandía, al vencedor de Crécy, uno de los más brillantes guerreros entre los muchos y muy esforzados que habían regido al pueblo anglo-sajón.

Sentíase de improviso asido por mil coléricas manos; sentíase arrastrado por las mujeres, pellizcado por los chicos y acuchillado por los hombres, hasta que su existencia se apagaba con horrible choque en la fría profundidad de un pozo. El invasor no encontraba asilo en ninguna parte, y forzosamente encerrado en los límites del Cuartel General, veía conjurados contra hombres y Naturaleza.